Un entorno favorecedor de la vida siempre ha sido una exigencia moral para la Iglesia
Un entorno favorecedor de la vida siempre ha sido una exigencia moral para la Iglesia

Leo en las noticias que nuestro papa ha manifestado que quiere introducir el «pecado ecológico» en el Catecismo y ha empleado el neologismo "ecocidio " definiéndolo como el pecado “contra el hogar común”, que comprendería acciones tales como «la contaminación masiva del aire, de la recursos de tierra y agua, destrucción a gran escala de la flora y la fauna, y cualquier acción capaz de producir un desastre ecológico o destruir un ecosistema». Según el papa nos enfrentamos con actuaciones que suponen «crímenes contra la paz».

En mi humilde opinión, hay quien puede interpretar mal esa pretensión que el papa acaba de manifestar. Pueden decir, que ya ha tardado la Iglesia mucho en crear este pecado, arrastrada ahora por la conciencia ecológica que desde ya hace muchos años se ha desarrollado, sobre todo, en las sociedades humanas modernas, singularmente las occidentales. Quizá alguien lo aprovecharía como motivo para acusar a la Iglesia de no haberse preocupado en absoluto hasta hace muy poco del medio ambiente.

Y digo que esta es una incorrecta interpretación porque una cosa es que se empleen ahora estas nuevas palabras, pero otra cosa muy distinta, es que la Iglesia, desde siempre, no haya tenido en cuenta el fondo de lo que ellas significan.

En realidad los pecados contra la Ley de Dios, que la Iglesia predica, y que tienen su origen en la Ley mosaica son exclusivamente diez. El contenido del pecado ecológico que hoy se pretende figurar en el catecismo, ya está contemplado como pecado al quinto mandamiento, que incluye no solamente el homicidio sino cualquier daño doloso que se produzca contra la integridad y salud física de las personas. Cuando nuestro conocimiento científico acaba demostrándonos los daños y perjuicios que el consumismo excesivo y ciertas prácticas individuales e industriales producen al medio ambiente, y por tanto, a las personas, con aumento de enfermedades, cronicidad de las mismas y acortamiento de vidas, cuando no de verdaderos envenenamientos, hemos de concluir que por el quinto mandamiento estamos obligados gravemente a cambiar esos comportamientos. Por el quinto mandamiento estamos obligados a cuidar nuestra salud y la de todas la demás personas. Eso lo conseguiremos respirando un aire límpido y bebiendo un agua pura.

En conclusión, la Iglesia no ha cambiado nada, sólo pone una etiqueta nueva a una realidad muy vieja. Una etiqueta, la de “ecocidio" que incluirá dentro del pecado contra el quinto mandamiento de la Ley de Dios de siempre: no matarás. Cuando uno sepa con veracidad científica que sus acciones están perjudicando al medio ambiente con daño para la vida y salud física de las personas, debe abstenerse, so pena de incurrir en pecado grave contra el quinto mandamiento de la Ley de Dios.

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