Gloso un artículo de Infocatólica, traducción de otro de Livesitenews que, en resumen, defiende que, desde una perspectiva humana, las probabilidades de supervivencia del cristianismo no parecen buenas. La religión diluida de la fraternidad humana que algunos católicos pretenden instaurar no será rival ni para el laicismo militante ni para el islam militante. Y ciertamente no será rival para un asalto simultáneo de ambas fuerzas.

Pero él contempla otra perspectiva. La perspectiva de fe que ilumina al verdadero cristiano. Yo la definiría como la perspectiva sobrenatural que encierra la promesa de Cristo de que la Iglesia persistirá hasta el final de los tiempos. Esa es la Esperanza que nos alienta: que a través de épocas de gigantescas olas y bestiales tormentas de desorientación y de pecado de una gran parte de sus miembros, incluso destacados, seguirá emergiendo hasta el final la pobre barca de la Iglesia, quizá entonces rota y desvencijada y lo que desgraciadamente sería peor, con menos tripulación de la que fue llamada a estar en ella.

Ahora paso a compartir mis reflexiones de hoy sobre el cambio en lenguaje de la actual jerarquía. Cambio no producido en ella, de sopetón sino de un modo paulatino, que durante muchas décadas me ha pasado casi desapercibido, o por lo menos prudentemente silente, pero que ahora ya me es imposible negar y que me parece hasta cierto punto disonante por ambiguo y pobre. Desde luego en el predicar jerárquico el lema "aspirar a los bienes de arriba, desechad los bienes terrenos" está casi obsoleto.

Cuando la jerarquía cambia su lenguaje multisecular, las ovejas ya no perciben en él la voz de su divino Pastor. Por lo menos es mi caso, quizá un borrego demasiado sordo. Un ejemplo, esta declaración papal: «Nuestra preocupación es cuidar la naturaleza para que ella nos cuide a nosotros». Confío que este no sea más que el simple titular con que la prensa católica (la que yo leo) ha querido recibir sus palabras. Confío que no sea ésta su mayor preocupación y que se preocupe mucho más de la salvación de las almas de los católicos que esperan que les confirme en su fe. Es más, estoy obligado a creer que ello es así, pero no obstante, me apena que él no lo declare expresamente como eje principal de sus discursos, porque creo que de ese modo no llega a patentizar que la raíz de la Salvación del género humano no está en lograr la armonía con la naturaleza, concebida por el santo padre como un interesado Do ut des, sino en alcanzar la armonía con su Creador, y no a través de nuestros esfuerzos humanos meramente naturales sino aferrados a la gracia divina de una más perfecta unión con Cristo, nuestro único Redentor y Salvador. Yo, por lo menos espero más del cuidado providente de Dios que del cuidado de la mecánica naturaleza. No quiero afirmar con esto que nuestro papa no crea en la Providencia de Dios ni que haya sustituido ésta por la fe en la naturaleza, solo digo que, sus esfuerzos bienintencionados por defender la naturaleza pueden rebajar su lenguaje al mismo nivel que el de las dirigencias mundanas.

Quizá ese no despegar de las realides meramente humanas y naturales nos esté alejando de Dios cada vez más, y esté acrecentando el riesgo de divisiones eclesiales cismáticas, como la que ya se vislumbra y tiene algunas manifestaciones en la Iglesia alemana. Recemos por el papa para que el Espíritu Santo de Dios derrame incesantemete el don de la prudencia sobre él, para que en esta dificil coyuntura sepa cumplir cada día con más perfección su alta y difícil misión de gobernar a la Iglesia. Recemos de igual modo por los obispos, sacerdotes y diáconos para su más acertado ejercicio de su ministerio jerárquico. Y por nosotros mismos para que unidos a Cristo y enriquecidos por los dones de su Espíritu, cumplamos más fielmente cada día la voluntad del Padre en nuestras vidas.

Comentarios impulsados por CComment