En la imagen obtenida de la web que acompaña este artículo se figuran las causas del sufrimiento humano según el budismo. Antes de considerar cada una de ellas, quiero manifestar que echo en falta entre ellas, las más graves.

Estas son las que derivan del dolor físico o moral derivados de la enfermedad, de la pobreza y de la injusticia. A su lado, estas causas de dolor, parecen ser las causas de personas caprichosas que para no sentir sufrimiento necesitan tener satisfechos sus vicios, señaladamente, los de soberbia y avaricia.

La primera causa del sufrimiento que se figura en la imagen y que analizo ahora, es la pretensión de controlarlo todo. Cuando alguien, ante la grandeza, variedad y complicaciones de las situaciones del mundo y del cosmos quiere controlarlas todas es que desconoce la virtud de la humildad y en su soberbia se auto valora de modo excesivo. Esta soberbia, al no poderse satisfacer, provoca sufrimiento.

La segunda causa que es querer que la realidad sea como nosotros la queremos, así, genéricamente formulada no deja de ser otro caso de soberbia no satisfecha y de no saber comprender las limitaciones de nuestra condición. La realidad es lo externo que nos rodea, en su gran parte inmodificable para nosotros. Por ejemplo, no podemos hacer que los nogales den aceitunas ni los olivos cerezas. Sólo sobre una pequeña parte de ella, en aumento por el avance tecnológico, los humanos podemos transformar la realidad, sobre todo la física, ateniéndose siempre a las leyes naturales. Y hay que tener en cuenta además que la capacidad humana de manipular la realidad no es ejercida casi nunca por un solo hombre, sino que en la mayor parte de los casos la realidad es el resultado del concurso de las voluntades de miles o millones de hombres, con frecuencia contrarias y contrapuestas entre sí. Peca de soberbia quien pretende que la realidad sea como el quiere, o peca de avaricia por que la realidad que el quiere que se imponga es la que es más beneficiosa para sus intereses. Y claro, cuando los quereres y conveniencias de estas personas son malogrados por la realidad, sufren.

Quien sufre por aferrarse a lo que no puede ser presenta un tipo de soberbia o avaricia similar a las ya dichas. Aquí nos encontramos con quien quiere que su voluntad venza sobre todo porque él se lo merece o le conviene. Cegados por la soberbia y la avaricia intentan traspasar el muro infranqueable que separa lo posible de lo imposible dándose golpes contra él y sufriendo por no conseguirlo. Sufrimiento innecesario y bien merecido.

Quien sufre porque el pasado haya sido de otra manera a como a él le habría gustado es también debida principalmente a la frustración de nuestra soberbia. A veces nuestra soberbia nos hace que pensar en que no nos merecemos las cosas que nos han sucedido. Nos creemos tan buenos que si algo no nos ha salido bien, nunca reconocemos que en algunos casos ha sido por culpa nuestra, y preferimos achacar nuestros yerros a los demás o a la mala suerte. Nos convertimos así en sufridores quejumbrosos y protestones. También en este caso, cuando, ni siquiera con estos intentos de enmascarar nuestras deficiencias, las podemos esconder por su evidencia, nuestra misma soberbia nos hace sufrir, al enseñarnos falibles como somos. Aquí, el camino para acabar con ese sufrimiento es la humildad que consiste en reconocernos y aceptarnos como falibles y en saber que necesitamos de nuestros errores para aprender de ellos.

Pero en este punto también hay que reconocer como lógico que suframos por nuestras faltas del pasado. Es el caso, por ejemplo, de quien ha cometido un delito, que sufre por la preocupación de que alguien descubra su delito y le denuncie a la policía y pueda verse castigado en prisión. Y es aún más comprensible , benéfico y benemérito el sufrimiento moral de la culpa, -tan denostado-, que nace de un acto pasado nuestro cuando es causa del daño que en el presente está sufriendo una persona. Sufrir en nuestra conciencia mientras no consigamos anular o mitigar el dolor que está sufriendo una persona por una acción dañosa nuestra pasada, es un dolor de conciencia, que si nos lleva a reconciliarnos con el prójimo que hemos dañado, hemos de darlo como un dolor positivo. Es más, reparando nuestros actos dañosos del pasado también corregimos el sufrimiento moral que teníamos por ello. El dolor de conciencia es un caso de sufrimiento positivo, que hace que seamos "personas con conciencia".

Otra causa de sufrimiento es empeñarnos en querer que todos sean iguales a nosotros. Nuestra soberbia también nos lleva a creer que somos el modelo ideal para todos todos los demás y tratamos de imponernos siempre a los demás como los más bellos y los más listos. Pero la realidad es que nadie es perfecto, sino solo Dios y que todos tenemos nuestras propias limitaciones, ya sean físicas o anímicas. Cuando reconocemos esto como obvio, dejamos de imponernos a los demás y dejamos de sufrir cuando los demás rechazan nuestra imposición. No buscamos imponer sino compartir los valores distintos que cada uno de nosotros tiene.

Para terminar con las causas de sufrimiento que aparecen en el dibujo que comento también es bastante incomprensible, desde una mera perspectiva filosófica, el sufrimiento que causa el no aceptarse como eres en todo momento. No sentirse a gusto de como uno es, no es humildad, creo que es falta de caridad para con uno mismo. Ninguno es el mejor que todos los demás, ni tampoco el peor ni el más despreciable. Como hemos dicho, todos tenemos facetas de nuestra persona buenas, otras menos buenas e incluso algunas otras bastante mejorables. La verdadera humildad es reconocer la realidad completa de nuestras propias personas, conociendo tanto nuestras cosas positivas como las negativas. Solo así respetaremos la realidad de nosotros mismos y la aceptarnos sin sufrimiento. Lo que no significa renunciar a mejorarnos. Nos sabemos imperfectos y no sufrimos por ello, pero, eso sí, también tenemos capacidad para mejorar, sobre todo en nuestra faceta moral. Nunca hemos de pensar que somos como somos y no tenemos remedio. También parte de nosotros es la capacidad de poder mejorarnos, tanto física como moralmente.

Hasta aquí el comentario de las causas de sufrimiento que según el dibujo son las que considera el budismo. Causas que yo he explicado sin echar mano a argumentos budistas. También supero la concepción budista, aceptando sufrimientos que son positivos, señaladamente los que nos hacen mejorarnos a nosotros mismos y a los demás. Pero como ya adelanté la expresada relación de causas adolece de no tener en cuenta causas de sufrimiento de más grueso calibre, como el dolor que proviene de la amenaza de lesión física o moral, de su realización de esos daños físicos o morales, de la enfermedad, de la pobreza, de la injusticia y de la muerte. Por ejemplo, ante la enfermedad de quien está padeciendo un cólico nefrítico ¿encontrará éste consuelo para su sufrimiento, con que le informemos de que obedece a alguna de las causas que ofrece el dibujo comentado? Dígale que el dolor que tiene es porque aspira a controlarlo. O dígale que sufre porque esta intentando hacer que la realidad sea como él quiere. Dígale también que es porque se está aferrando a lo que no puede ser. O le puede decir que está así porque quiere que el pasado sea diferente o por que quiere que los demás sean como él o porque no se acepta como es. Estoy seguro que ninguna de estas causas así formuladas por los budistas le apaciguará en nada su dolor.

Para mi el budismo tiene gran similitud con el antiguo estoicismo europeo que defendía lo que los griegos llamaban ataraxia, entendiéndolo como un estado de ánimo de calma o imperturbabilidad sólo accesible a los sabios. A estado parecido pretende llegar el budismo que no busca la felicidad sino que su pobre meta es lograr la ausencia de dolor. Para mi siguen la practica del avestruz de hundir la cabeza en tierra para creer que así escapan del peligro. Los budistas, anonadando su persona en el todo cósmico ciegan su vista de la realidad universal del dolor.

Finalmente quiero destacar algunas notas que, a mi juicio, existen en esta doctrina: 1) Es elitista, por no ser accesible a todos los hombres sino solo a los iluminados. 2) No es solidaria sino individualista, porque desentendiéndose del mundo se desentiende de los problemas de las gentes que lo pueblan. 3) No es una verdadera religión salvo que se considere panteísta. 4) y, finalmente, es una doctrina que en una parte se asemeja bastante a la visión marxista de la religión, en el sentido de ser un cierto opio o adormecimiento o alienación de la conciencia, claro, que es el opio de las élites no del pueblo.

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