Me preocupa la degradación moral que supone el avance social del gravísimo pecado de la pederastia y el abuso de menores. Pero todavía mucho más, como católico, me duele considerar que personas consagradas puedan estar involucradas en este crimen atroz. Eso no me debe llevar, a dar por cierto todo lo que se hace público al respecto de esta lacra moral.

Por eso me permito hacer, desde mi más estricta opinión personal, una lectura crítica del Informe del Estado de Pensilvania que describe nefandos actos pederastas en sacerdotes de la Iglesia Católica enmarcados temporalmente en el período de las siete últimas décadas.

Primero destaquemos el nulo carácter judicial del informe. No es fruto de ningún procedimiento judicial, donde existen principios como el de contradicción y garantías procesales de víctimas y acusados. Es más se reconoce expresamente que la vía judicial les está vedada por la prescripción o por otras causas. Se dice en él que de trescientos sacerdotes sólo tres podrán ser querellados judicialmente. Si esto es así, ¿porqué no se espera a la resolución judicial definitiva de estas tres querellas, para dejar en claro su verdad?

El informe es político pues han participado en él, políticos como el Sr. Josh Shapiro, que ha presentado el informe a los medios. Las campañas de este político demócrata estadounidense son apoyadas por una poderosísima organización mundial empeñada en luchar a favor del aborto como la Federación Planned Parenthood. Y todos sabemos lo mucho que le interesaría a esta Organización atacar a la Iglesia, defensora de las vidas humanas intrauterinas.

Me encanta que se persiga el crimen, pero de lo dicho anteriormente colijo que el informe no busca eso. Lo que a mi juicio pretende es desacreditar a la Iglesia Católica, singularmente a través de los más altos representantes de su jerarquía a los que públicamente declara responsables. Informe más que inquisitorial. Sin juicio, sin procedimiento contradictorio, sin valoración de pruebas, sin posibilidad de defensa se les coloca un sambenito de culpabilidad. Quién sabe si también este informe pretende influir en la conciencia de los jueces, para que, a partir de ahora, en las querellas contra sacerdotes católicos ante ellos presentadas, no partan del conveniente principio de presunción de inocencia del acusado, sino del insano principio de presunción de culpabilidad contra acusado y sus superiores.

Greg Burke, director de la Oficina de Prensa y Portavoz de la Santa Sede, en relación con el informe ha manifestado que “los abusos descritos en el informe son criminales y moralmente reprobables”. Lo que, con todo mi respeto, considero una perogrullada innecesaria, pues no se trata de calificar los hechos descritos en ese voluminoso informe sino determinar si se han seguido las vías válidas para garantizar su veracidad, lo cual, como arriba he dicho es bastante discutible.

Continúa el portavoz diciendo: “La Iglesia debe aprender duras lecciones de su pasado, y debería haber asunción de responsabilidad (accountability) tanto por parte de los abusadores como por parte de aquellos que permitieron que se produjera”. “La Santa Sede […] subraya también la necesidad de obedecer a la legislación civil, incluida la obligación de denunciar los casos de abusos a menores”. Manifestación que con la anterior parece dar a entender que la Iglesia (en su más alta Jerarquía) da por válidas las acusaciones del informe y la procedencia de su divulgación sin haber mediado un procedimiento penal justo de donde se hubiera deducido su validez. Además la Iglesia ante el Estado no tiene opción de asumir o no sus responsabilidades ante el delito, pues siempre responderá de las que los tribunales determinen. De hecho, según tengo entendido, por este delito ya ha pagado multas millonarias impuestas por los jueces. Por eso, parece estúpido, con perdón, ese textual "debería haber asunción de responsabilidad" pues ya las ha habido y las habrá cuando los jueces lo determinen. ¿O es que que está pidiendo que también se le exijan ahora responsabilidades económicas por los supuestos casos de pederastia figurados en el informe sin carácter judicial? Y eso de subrayar la necesidad de obedecer la ley parece superflua, los cristianos ya sabemos que hay que dar al Cesar lo que es del Cesar y que todos debemos estar bajo el imperio de la Ley y que la denuncia de los delitos es una obligación legal. El sacerdote católico sabe todo esto tan bien como cualquier otro cristiano no consagrado, con una sola singularidad en su caso respecto a la denuncia de los delitos, a saber que está legalmente exonerado de denunciar los delitos que conozca bajo secreto de confesión sacramental.

A la luz de lo manifestado por mi, me parece equivocado esta respuesta eclesial, que como laico acato, pero no comparto. Es más creo que no va a tranquilizar nada a los padres católicos y les va a generar dudas sobre la moralidad de los sacerdotes a los que encomiendan la enseñanza moral de sus hijos. La Iglesia jerárquica debería manifestar que el comportamiento general de sus sacerdotes en esta materia es impecable, que los Judas traidores al sacerdocio son escasísimos y que tenemos unos sacerdotes muy dignos y en muchos casos generosos y entregados por el bien de la personas hasta el heroísmo. Que no nos nuble el entendimiento un informe prolijo en páginas hasta la extenuación que se alarga hasta el vómito en narrar de la manera más cruda posible conductas de lo más nefandas. ¿Por qué el Estado de Filadelfia ha esperado setenta años en publicar esto? Seguramente que alguien esperaba acumular la suciedad suficiente para echársela en cara a la Iglesia, cuando ésta mostraba más claros indicios de debilidad. ¿Y las autoridades políticas y civiles no son responsables de no haber hecho nada en periodo tan dilatado de tiempo?

Me hubiera gustado que la Jerarquía hubiera protestado por la divulgación de este informe, cargado, en mi opinión, de conclusiones no probadas o bastante dudosas (¿quién puede investigar con objetividad y certeza exigibles hechos tan difíciles de probar y de fechas tan alejadas que llegan hasta la lejanía de los setenta años, cuando incluso algunas de las personas implicadas en los hechos, ya sea como víctimas o culpables, ya han desaparecido?).

No conozco una Causa General contra una Religión como la que este Informe político supone. A ninguna confesión luterana o anglicana de las existentes en EE.UU. se les ha hecho cosa parecida.

No me tranquiliza la respuesta vaticana. Ya el papa, según mi opinión, y seguro que con la más buena fe del mundo, se equivocó al dar crédito a la supuesta víctima de unos abusos a ella infligidos por sacerdotes de la diócesis española de Granada. La causa penal instruida por los juzgados españoles absolvió a los sacerdotes acusados. ¿No se estará volviendo a equivocar?

Dar por sentada la culpabilidad de los 300 sacerdotes de Virginia acusados de mil casos de pederastia y abuso de menores (que divididos por los 70 años supondrían un promedio de 14 abusos al año) también es aceptado pacíficamente por algunas personas de círculos tradicionalistas, pues he leído al respecto un artículo en una página de esa tendencia en el que se utiliza ese informe para desacreditar la labor de papas como Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, haciéndoles los máximos responsables de todo ello, y deplorando su canonización y beatificación,

En cualquier caso, ya publicado este informe, por injusto, exagerado o deforme que sea, nos ha de servir para mejorar el evangélico estado de alerta en que ante la perdición moral que nos acecha debemos estar todos los cristianos. Aunque uno sólo de los espeluznantes casos que presenta fuera cierto, ya nos debería poner en guardia contra esta lacra moral que es la pederastia y el abuso de menores.

Hubo épocas de la Historia en que los dictámenes de los hombres de la Iglesia corregían moralmente al Mundo. Hoy son los dictámenes morales del Mundo los que pretenden corregir a hombres de la Iglesia. Ante tan anómala situación solo me queda el recurso de expresarme como lo acabo de hacer, deseando que la Iglesia vuelva a recobrar el prestigio moral que tuvo y orando a Dios para que así sea.

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