Seguimos comentando el artículo de France Catholique (en adelante F.C.) que analiza la contestación que el papa dio a un periodista francés, que le preguntó, al hilo de la degollación por terroristas islámicos de un cura francés, por qué en casos como ese no hablaba del Islam. El artículo dice: el Papa no se sitúa jamás en lo abstracto -porque sería falso identificar el Islam y la violencia. Sino que, en términos de violencia, las tierras católicas no se quedan atrás ni ayer ni hoy.

El Papa no se pronuncia sobre la esencia del Islam o sobre la esencia del cristianismo, deplora sólo que la violencia esté también presente en el corazón de las naciones que se dicen cristianas, bautizadas...

De los dos párrafos anteriores sólo consideraré uno de los errores manifiestos que contienen y sin más los descalifica. Si en la historia de Occidente en algunos tiempos se pudo hablar de tierras o naciones cristianas, hoy día, prácticamente no existen naciones cristianas, sino que nos encontramos ante Estados que van desde la no confesionalidad hasta el más neto laicismo. En ellos rige la igualdad jurídica de trato de todas las religiones. Por el contrario, sí podemos hablar de países confesionalmente islámicos en casi todos los estados que tienen mayoría de población musulmana.

Lo de naciones “bautizadas” me hace sonreír. ¿Qué significará tal cosa?

También es errado que se diga que el papa no se haya pronunciado sobre la esencia del Islam. Por vía negativa lo hizo, definiendo una parte de su esencia, su esencial no violencia.

Más adelante continúa: Ahora bien, si se le identifica a alguien o a una categoría con el mal se vuelve imposible[la paz]: solo el diálogo puede traer la paz y la cooperación en vista del bien común. Si por el contrario, la puerta permanece abierta, el conocimiento mutuo y el respeto pueden crear lugares capaces de impedir la recaída en la violencia.

Según esto Jesús, Nuestro Señor, hizo imposible el diálogo con los fariseos cuando públicamente les echó en cara sus maldades y mezquindades. Y lo mismo se diría de San Juan evangelista, denunciando a Herodes su pecado de adulterio. La corrección fraterna del mal ajeno, parte precisamente del conocimiento del otro y de lo que hace, porque precisamente nos preocupa e interesa su salvación. A nadie le agrada ni corregir ni que le corrijan. Por eso, lo que, pasa es que muchos de nosotros, y yo me confieso también de ello, recaemos frecuentemente en la debilidad, por temor a que no se acepte nuestra corrección, de desentendernos de lo que hace el otro, nos tapamos los ojos y no dialogamos en absoluto, por que si decimos lo que pensamos podríamos ser rechazados. Por cierto no hay mayor respeto a los demás que decirles la verdad. En resumen no haremos más pacíficos a quienes practican la violencia si no se la recriminamos. Otro tema es la forma fraternal que debemos emplear para hacerlo.

Cuando hablamos de la Iglesia católica, aquí, en Francia, tenemos en el espíritu admirables compromisos y a los cristianos de Oriente, mártires. Tenemos en mente los movimiento de renovación católica extraordinarios que la Iglesia ha vivido desde hace un siglo, llevado por grandes místicos como Marthe Robin o el padre Marie-Eugène, las grandes apariciones de María de los siglos XIX y XX, el compromiso del catolicismo social... Esto es muy particular. Francia ha sido como misericordiosamente protegida. La reacción al asesinato del padre Hamel fue ejemplar.

Ahora bien, cuando el papa habla de la Iglesia, tiene en su mente, como el cardenal Ratzinger en 2005, la situación del mundo entero, no solamente la de la «Hija primogénita». Por eso cuando evoca la violencia en tierra católica, es para decir: ¿por el hecho de que haya violencia en la Iglesia debería yo hablar de violencia católica? ¡Ciertamente, no!


El proverbial chauvinismo francés que destila lo anterior es patente. ¿Es que nosotros los españoles que evangelizamos a medio mundo, que tenemos tantos santos o más que Francia, que en la guerra civil del siglo XX tuvimos innumerables mártires, somos menos católicos que los franceses? Y ojo con la desgastada filiación primogénita de Francia, pues muchos primogénitos, como Esaú, desaprovecharon su progenitura. “La hija primogénita” es un título que los laicistas franceses solo aceptarían como parte de la gloriosa historia de Francia, sin concederle ningún valor actual. ¿La laica Francia actual se va a considerar hija primogénita de la Iglesia cuando la únicas madres que en los últimos siglos reconoce son la Razón y la Revolución? Claro que quien así habla es la Francia Católica, me temo que residual y, repito, evidentemente chauvinista. Por eso defiende que dentro del concierto del Catolicismo mundial, Francia ha sido misericordiosamente protegida. ¿De qué? De la Revolución Francesa que practicó la masacre inmisericorde de franceses en la región de La Vendée?. Es cierto que Dios protege a la Iglesia en todos los países, y por eso continúa todavía quizá un resto fiel de pueblo católico en casi todos ellos, en los que, no obstante, sufrió y seguirá sufriendo persecución cada vez más fuerte por unos Estados cada vez más laicistas. Por eso, aun reconociendo bueno que cada iglesia nacional se asiente sobre sus propias tradiciones y glorias espirituales y religiosas, creo desechable esa patriotería farisaica del “yo no soy como los demás”. La Iglesia Católica tanto en Francia como en otros países occidentales, hoy sufre un parecido embate de la sociedad atea e irreligiosa que le rodea y del Estado laicista en el que vive, y, desde luego la preservación milagrosa de una cada vez más reducida Iglesia Católica no se da exclusivamente en Francia sino en todos los demás países. Por eso el artículo de F.C. prosigue de forma rechazable: Por eso, tengámoslo claro, cuando el papa habla de violencia en el seno del Catolicismo, que a nadie se le ocurra que eso es referible a Francia. Está hablando de esos católicos pecadores del resto del mundo. ¡Como si los católicos franceses no sufrieran las mismas tentaciones que los demás hombres?

Podemos contestar con el hecho de que tal violencia asesina no sea auténticamente «católica» incluso si se da en tierra católica por personas bautizadas, confirmadas y casadas por la iglesia.

Se reincide nuevamente en el error de hablar de tierra católica. ¿Y qué pasa con las personas bautizadas, confirmadas y casadas? Por lo que yo veo a mi alrededor es que cada vez hay más católicos que bautizados al nacer, después son educados deficientemente en su religión, desconociendo los más mínimos fundamentos de su fe. ¿Y de los que se confirman en su juventud? Cada vez menos. ¿Y de los que se casan por la Iglesia? Muchos lo hacen por convención social y no por fe verdadera. ¿Con qué preparación y qué disposiciones se imparten estos sacramentos? Deplorables en gran parte de los casos. Por eso no diré yo la violencia pero sí el fracaso matrimonial (separación y divorcio) es la tónica general de la secularizada sociedad occidental que también se extiende a los católicos que viven en su seno. No es por minimizar el pecado de los católicos, pero hoy los católicos están sometidos a tentaciones superiores provenientes de la sociedad pagana dentro de la que viven. Con el agravante de que hoy muchos pastores no nos advierten de ello y sólo nos hacen fijar en los valores positivos del mundo (pocos y menores que los de la Iglesia) sin advertir de los graves peligros para la fe que pueden provenir de ese mismo mundo tan ingenuamente santificado. Así, muchos sacerdotes e incluso obispos católicos han dejado ingenuamente desarmados a los católicos frente al mundo. Por supuesto, que en las condiciones en las que hablamos incluso la violencia asesina practicada por gente nominalmente católica, ni es auténticamente católica ni siquiera remotamente católica.

Proseguimos el artículo: Pero muchos musulmanes se oponen también a que los degolladores en el nombre de Dios sean verdaderos musulmanes. Algunos diagnostican: son «los nazis del Islam». En un enfoque práctico que es el que defiende el artículo si son nazis del Islam es que el Islam también es en parte nazismo. Pero como ya dije yo no creo en ese enfoque. Creo que a una religión se la califica por su doctrina y no por el comportamiento, a veces muy variado y a veces infiel, de parte sus creyentes. Creo que los reparos que se tengan que poner al Islam tienen que partir del examen de su doctrina. A lo sumo, siguiendo el aforismo cristiano, “por sus frutos los conoceréis”, tendríamos que fijarnos en la práctica generalizada del Islam en todos los países donde está implantado, y los frutos que a lo largo de la historia el Islam ha producido en el mundo, señaladamente, desde su más tierno nacimiento, su expansión armada por gran parte de él.

Y machaconamente sigue el artículo: El Papa no se sitúa en el nivel abstracto de saber de donde viene la violencia (ideológica o pulsional...) hay en todos los casos el sello del que es «homicida desde el principio» y la condena igualmente cualquiera que sea su origen e invita a la Iglesia a no creerse dispensada en su seno de este combate contra la violencia. Pero dice bien que rehúsa hablar de « violencia católica » bajo pretexto que habría violentos entre los católicos. Lo que él apunta es el examen de conciencia y la conversión de los violentos. Porque esto es posible: antiguos terroristas se han beneficiado de manifestaciones del Cristo que les han hecho renunciar a la violencia.

Palabras y más palabras sin ningún sentido. Pero bueno, ¿cuándo la Iglesia se ha creído dispensada de erradicar la violencia de sus miembros? ¿es qué ha dejado de predicarles en alguna vez el no matarás del decálogo, o el más imperioso mandato de Cristo de amar a los enemigos y rezar por ellos? Los católicos cuando nos comportamos violentamente, estamos en contra del abecé de lo que es católico, por eso sabemos que cuando lo hacemos pecamos contra Dios y contra la Iglesia de Cristo. Cuando pecamos sabemos que nos portamos como diablos y no como “católicos”. ¿Podemos decir eso mismo del que mata en nombre de Alá, que no se siente musulmán cuando lo hace sino que se siente un diablo y un pecador? Porque solo puede haber conversión desde el momento en que uno se reconoce como pecador. Y entre ellos, en cambio, los que caen en las refriegas terroristas se tienen como “mártires” de su fe no como pecadores a la misma.

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