En mi comentario voy a tener como referencia el artículo de un medio informativo propiedad de la Conferencia Episcopal Española (1) sobre el significado del primero de los mandamientos de la Ley de Dios. Al parecer, para alguien no está nada claro eso de «Amarás a Dios sobre todas las cosas»
La Redacción de Religión de COPE inicia este artículo considerando la importancia fundamental del verbo «amar» en la disposición divina de este modo,:
«Todos sabemos la importancia que tenían los mandamientos para los judíos, y la sigue teniendo ahora también para los cristianos. Por tanto, Jesús sabía que la respuesta a aquella pregunta, era todavía más importante. ¿Qué es lo primero que tenemos que hacer? Amar.» Así manifestado parecería que cualquier amar independiente del sujeto u objeto al que se dirige es lo importante en el primer mandamiento. Es verdad que inmediatamente después corrige tal deducible interpretación diciendo que lo que el mandamiento indica es «que Dios debe ser lo más importante en tu vida» y que «debes amarlo, respetarlo, vivir cerca de Él con la oración». Ya pues, la centralidad del mandamiento no reside en el verbo empleado sino en el sujeto al que se refiere, Dios.
Sin embargo, más adelante dice algo tan contrario como esto: «Si tenemos en cuenta que Dios lo es todo para nosotros, enseguida queda claro que el significado del primer mandamiento no va de amar a alguien en concreto, ni de adorar a ningún ser superior». O sea, que como Dios lo es todo para nosotros, al final no es el sujeto preferible de nuestros amores y todo por ser alguien en concreto y además por ser un ser superior.
Advertir el vulgarismo «no va de», que ayuda a decir cosas de lo más absurdo campechanamente. Estoy convencido de que si para hablar de nuestros deberes para con Dios se tiende a hablar de esta forma chabacana huyendo de una forma solemne y pulida, es más fácil incurrir en errores doctrinales que rayan en el insostenible error que constituye la manifestación que nos ocupa. Además no da argumento de autoridad alguno que no sea una supuesto mensaje que deduce de la catequesis jesuita. Lo expresa así:
¿De qué va, entonces? Los Jesuitas, en su catequesis, nos dejan este precioso mensaje: "Amar a Dios sobre todas las cosas no significa amar solo a Dios o amarlo más. Quizás significa amarlo en todas. O que allá donde amas de verdad puedas aprender a descubrir el reflejo del Dios que es amor.
Resulta sospechoso que el artículo no indique el origen de la anterior cita como hubiera sido menester. Lo que concuerda con el descuidado e informal modo de abordar la trascendental materia que nos ocupa, que ya hemos advertido más arriba.
Pero vayamos al contenido de la cita. Como entre los mandamientos hay otros mandamientos de amor, -señaladamente hacia los demás hombres-, amando a éstos también se ama a Dios pues se está obedeciendo su mandato al respecto. Pero esos amores queridos por Dios son distinguibles perfectamente del amor que a Él debemos profesar. El amor al hombre tiene sus límites, mientra que el amor a Dios es absoluto. Sólo por ser amores distintos no tienen nada de excluyentes. Es más si llegamos de amar a Dios sobre todas las cosas, llegamos por amor a Él a amar de un modo secundario a todo lo por Él creado, incluidos, por supuesto en primer lugar a nuestros congéneres humanos, que Él creó a su imagen y semejanza. Pero seguimos manteniendo, -cosa que no hace la cita-, que nuestro amor a Dios es distinguible perfectamente de todos los demás amores. No confundamos el amor del primer mandamiento con los amores contenidos en los demás preceptos, ni con el afecto que tenemos a todas las cosas creadas. Tal confusión sólo sería concebible dentro de un pensamiento panteísta. Por todo ello, contrariando también esa cita, por supuesto que se puede concluir que cuando de amar a Dios se habla, sí se trata de amarle y de amarle más.
Por otro lado, qué significa ese «quizás amarlo en todas» pues el empleo de ese «quizás» marcando probabilidades y no certezas, supone una renuncia a dar fuerza irrebatible a la cita que examinamos. Posibilidad que no gana mayor certeza por mostrarse alternativa con otra que formula de un modo tan artificioso como este: «o que allá dónde amas de verdad puedas aprender a descubrir el reflejo de Dios que es amor». Tan artificioso y erróneo que un simple ejemplo puede rebatir: el rico que ama de verdad el dinero y la riqueza ¿está en capacidad de aprender a descubrir en lo que ama el reflejo del Dios amor? Pues desde una creencia cristiana rotundamente no, pues nos basta tan sólo con recordar las palabras de Cristo de que no se puede servir a la vez a dos señores, y que por ello no se puede amar al mismo tiempo a Dios y al dinero.
Todo este infeliz desarrollo debería coronarse con una conclusión acorde. Y así lo hace, incluso superándose empleando una incorrección metodológica dividiendo y disgregando en dos partes un mandamiento que para conocer su verdadero alcance tendría que considerarse en su completa e indivisible formulación. Sólo si desgaja, como hace, el «amarás a Dios» del «sobre todas las cosas» puede defender, -y aun así con poca lógica-, que amar a Dios significa que debemos amar todas las cosas por igual. En realidad está regresando aquí a su posición inicial de que el fundamento del mandamiento primero del Decálogo es el verbo amar. Poco le importa variar el sujeto Dios por el sujeto todo, y abogar por fórmulas de la primera parte del precepto como “lo amarás todo”, “amarás a la vida” o simplemente “amarás”.
Es verdad, que al desarrollar la explicación de la que el considera segunda parte del precepto, a priori, admite la importancia mayor de Dios sobre todas las cosas, pero este «sobre todas las cosas» lo deja en la práctica sin contenido cuando expresamente añade que «no se refiere a Dios como ser, sino al acto de amar. Así pues, el primer mandamiento no nos está diciendo que de todos los seres existentes hay uno que es superior, sino que de todos los actos que podemos hacer, amar es el más importante.»
O sea que, al fin y a la postre, quien crea que el diáfano mandamiento primero del Decálogo dice lo que dice, es que lo malinterpreta, pues según esta peregrina interpretación de lo que ya está de por sí claro, no se trata de cultivar el amor a Dios sino de cultivar el amor al acto de amor en sí.
Lo que me sugiere este amar el acto de amor, es un cierto sentimentalismo auto referencial del hombre moderno, que está enamorado de sí mismo y eleva a categoría de divina su sentimentalidad «buenista» que se ha fabricado a su imagen y semejanza. Por eso es visible en este artículo esa prevención contra la superioridad del ser de Dios. Le cuesta admitir que la superioridad divina es también superioridad infinita en su Bondad y Amor. Nosotros nunca llegaremos a ser tan buenos ni amorosos como lo es Él. Porque es su Bondad y Amor infinitos la causa y origen de nuestro deber de amarle, porque como decía San Pablo, no es que nosotros le hayamos amado primero, sino que es Dios quien se ha adelantado a hacerlo con nosotros. Sólo nuestro Dios nos puede dar lecciones de amor verdadero. Nuestro amor está casi siempre teñido de egoísmo o vanidad.
Mal me parece que haya, como vulgarmente se dice, personas que tienen un cacao mental de campeonato que oscurecen lo que de por sí es claro y evidente. También rechazo a las que siempre pretenden trasladar al público explicaciones originales de todas las cuestiones, incluidas aquellas más competentemente explicadas por la Iglesia, o bien, por creer que es su deber aportar algo propio a todo asunto, desconociendo algunos su falta de preparación o cegados otros por su vanidad que les hace creerse de lo más agudos. Ambos tipos de gente acaba soltando frases artificiosamente rebuscadas que provocan, en unos casos, por absurdas y contradictorias, gran inintegibilidad; y, en otros casos más graves, ambigüedades y evidentes errores de interpretación. Mayor rechazo me produciría que los que provocan estas nefastas consecuencias tuvieran plena intencionalidad de producirlas. De verdad que no sé en qué grupo de estas personas encuadrar a los autores de este artículo.
Con todo, lo que me es más inadmisible es que la CEE permita que la Redacción de Religión de su radio publique artículos, desde el punto de vista catequístico, tan deformadores como el que acabamos de analizar. Con lo fácil que hubiera sido a la Redacción aludida haber seguido en la confección del artículo el desarrollo que sobre este primer mandamiento de modo tan bien logrado y tan profundo presenta el vigente Catecismo de la Iglesia Católica (Parte Tercera, Sección Segunda, Capítulo Primero, artículo 1).
(1) Puede verse este artículo en el siguiente enlace. Está firmado en 5 de febrero de 2021, por Redacción Religión y por su URL cope.es, es atribuible a esta cadena de Radio propiedad de la COPE. El título del mismo es: El significado del primero de los Diez Mandamientos: "Amarás a Dios sobre todas las cosas".
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