A mi de jubilado me vienen muchas ideas...
La más peregrina de ellas es pretender hacerlas poesía,
cuando mi noción de lo que es poesía
seguramente sea bastante deplorable.
Y sin embargo, sin dominio de metáforas,
sin maestría en simbolismos
ni otras filigranas de ese arte,
sólo con la osadía del espontáneo maletilla
salto a la plaza
e inicio mi imprudente muleteo
rogando a Dios para no acabar trágicamente corneado
A veces pienso que sólo la fe nos vuelve interesantes,
y pienso que, a mi edad,
los no creyentes
deben estar ya bastante hastiados.
Quizá antaño jóvenes,
pudieron vivir sin metas en qué creer
y sin saber siquiera hacia dónde dirigir sus pasos,
sintiéndose absurdamente dueños
de una libertad que les permitía hacer lo que querían,
Pero ahora que,
más que aflorar,
sus canas proliferan,
probablemente algunos ya sepan
que nunca supieron en verdad lo que querían,
que si dejaron la solución de sus vidas al azar de la existencia,
la existencia no les ha dado ninguna respuesta.
También es muy posible que,
algunos de ellos
quizá alguna vez, o quizás ya demasiadas,
estuvieron dispuestos
a aceptar por respuesta, cualquier novedad,
cualquier emoción,
cualquier pasión,
cualquier desenfreno sin fin...
Sé de algunos de ellos
que en ese desenfreno sin fin, hallaron el suyo.
No es el caso de los no creyentes que han llegado a mi edad,
o que la han superado
que es posible que lo hayan logrado
por algún principio de prudencia heredada o enseñada,
que les sirvió para no radicalizar su falta de fe
hasta el extremos no asumibles para su vida.
A riesgo de ofender
seré sincero,
creo que una vida sin fe
sigue siendo igual
de desesperanzada
por más años que le echemos encima.
Sin embargo, he visto a muchos de mi edad, que
cifran la felicidad de su vida en lo que disfrutarán
en los muchos años que presumen vivirán de jubilados.
Y las estadísticas les dan la razón,
aunque la realidad se la ha quitado a algunos de ellos,
victimas de la última pandemia.
Se olvidaron de aquella felicidad
que perseguían de jóvenes
cuando con pasión querían comerse el mundo
y hasta, si les apetecía,
vomitarlo.
Ahora su felicidad la cifran en los progresos de la Medicina
y ven muy lejana aún
la puerta del temido Centro Geriátrico
de su última reclusión.
Hasta entonces vivirán el alborozo
del necio bíblico que decía
¡Comamos y bebamos que mañana moriremos!
Como somos seres de costumbres,
pienso que se han hecho acomodaticios
hasta de sus propios sinsabores,
también podría decirse que resignados,
¡pero, que más da!
acomodados o resignados
a no buscar ya
la Felicidad que nutre
a los que tenemos fe.
No obstante, aún les queda tiempo
pueden aún sumarse a los que tienen una razón para vivir,
tienen tiempo todavía para salir de una vida
que carece de sentido
si en ella no está Dios.
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