Comento la reciente censura por parte del FMI del Premio Nobel, el físico, John F. Clauser. El FMI le había señalado una conferencia sobre el clima para el pasado 25 de julio último, pero a última hora, el citado organismo internacional de carácter económico, le comunicó vía e-mail su cancelación. La razón, según informa La Verità es que en su charla el afamado científico refutaba, datos en mano, la tesis de la emergencia climática antropogénica, dogma impuesto y fomentado por los gobiernos occidentales.
Lo que sí fomenta esta censura política y económica son las continuas alarmas sobre hospitales y salas de urgencias “colapsados” por pacientes que necesitan tratamiento debido a golpes de calor. Pero son catástrofes que no se sustentan en datos. Y que se repiten cíclicamente desde hace años.
Hay que remontarse a los totalitarismos del siglo pasado para encontrar ejemplos flagrantes de censura como el que ahora afecta a este científico estadounidense, al que se le ha anulado abruptamente la exposición del discurso que tenía señalado mediante un correo electrónico enviado por el director de la Oficina de Evaluación Independiente del FMI: el celoso Pablo Moreno sólo tuvo que leer el cartel que anunciaba el discurso del Premio Nobel, vía Zoom, para cancelarlo; oficialmente, quedó “aplazado” sine die.
Por lógica, la toma de la medida de inmediata suspensión, tenía que ver con el contenido con que el discurso se presentaba: una refutación, con datos precisos, de la tesis de la emergencia climática antropogénica en la que están anclados los gobiernos occidentales, con la complicidad de los medios de comunicación, para tergiversar las políticas energéticas seguidas durante los últimos 70 años y sancionar el comportamiento incorrecto de los ciudadanos.
Y es que, concretamente el Nobel 2022 rebatía categóricamente las tesis climáticas de Parisi y criticaba la concesión del premio otorgado el año anterior al científico italiano y a los investigadores Syukuro Manabe y Klaus Hasselmann por su trabajo en el desarrollo de modelos informáticos que predicen el calentamiento global, equiparados a poco más que predicciones de brujos. “El discurso popular sobre el cambio climático refleja una peligrosa corrupción de la ciencia que amenaza la economía mundial y el bienestar de miles de millones de personas. La engañosa ‘ciencia del clima’ se ha transformado en un periodismo masivo de pseudociencia. A su vez – añadió el físico – la pseudociencia se ha convertido en el chivo expiatorio de una amplia variedad de otros males no relacionados. Ha sido promovida por agentes de marketing corporativo, políticos, periodistas, agencias gubernamentales y ecologistas igualmente engañosos. Los procesos clave se manipulan y amplifican al menos 200 veces”. No sólo eso, el científico le dijo al presidente estadounidense Joe Biden que no estaba de acuerdo con sus políticas climáticas. El cierre del proyectado discurso de Clauser era muy claro: “En mi opinión – aventuraba el premio Nobel – no hay una crisis climática real. Sin embargo, existe un problema muy real a la hora de proporcionar un nivel de vida decente a la población mundial durante una crisis energética asociada. Este problema está siendo innecesariamente exacerbado por lo que es una ciencia climática defectuosa”.
Todo tiene su explicación convincente. El FMI, socio del Foro Económico Mundial de Klaus Schwab, es un organismo público internacional que concede préstamos a los Estados miembros en caso de desequilibrio de la balanza de pagos. El Fondo suscribe plenamente la narrativa oficial sobre el cambio climático y persigue la mitigación del CO2 pidiendo un impuesto sobre el carbono para 2030 para las empresas de los “grandes países emisores de carbono”. Una postura diametralmente opuesta a la de Clauser, que recientemente se convirtió en miembro del consejo de la Coalición CO2, una organización que defiende que las emisiones de dióxido de carbono son beneficiosas para la vida en la Tierra. Según el FMI, dirigido por la búlgara Kristalina Georgieva, el cambio climático es “una grave amenaza para el crecimiento y la prosperidad a largo plazo y tiene un impacto directo en el bienestar económico de todos los países”.
¿A qué se arriesgan quienes refutan estas teorías? Se pregunta el diario La Verità. Y a continuación se responde: se arriesgan al mismo castigo feroz que sufrieron hace 90 años los doce profesores universitarios italianos (de un total de 1225) que no aceptaron firmar el Real Decreto nº 1227, cuyo artículo 18 obligaba a los profesores a jurar devoción “a la Patria y al régimen fascista”: censura y despido.
Concluye La Verità: «Por si aún no estuviera claro lo que está ocurriendo con la libertad de pensamiento en el mundo occidental, y por si no bastaran los grotescos desvaríos de (cita aquí nombres de perdiodistas italianos que promueven el pánico climático), basta con cruzar el océano para comprobar hasta qué punto el dogma climático hace ahora proselitismo: En Estados Unidos, se están elaborando listas de los diez principales “negacionistas del clima”, listas de proscripción no muy diferentes de la lista “Putinversteher” ideada por Gianni Riotta, mientras que las universidades están organizando campus de verano sobre noticias falsas sobre el clima para los estudiantes de la “generación Greta Thunberg”. Ciertamente, la (todavía) democrática América tiene algunos anticuerpos más que Italia contra la peligrosa censura que se ha instalado. El presidente Biden, tras la demanda presentada por los fiscales generales de Misuri y Luisiana junto con algunos científicos como el epidemiólogo de Stanford Jay Bhattacharya, está la mira por violar la Primera Enmienda al censurar en las redes sociales a los científicos que difundían pruebas científicas que diferían de las impuestas por el gobierno. El juez Doughty habló de un “escenario distópico” y emitió un amplio mandato judicial preliminar que, a partir de ahora, restringirá a numerosos funcionarios de la Casa Blanca y a agencias federales como Seguridad Nacional, el FBI y el CDC cualquier contacto con las plataformas sociales que permitieron esta censura. Y el senador republicano Rand Paul, cuya oficina en Kentucky fue destruida hace tres días por un oportuno incendio con daños por valor de 750.000 dólares, llegó justo a tiempo para llevar ante la justicia a Anthony Fauci, asesor científico de Biden, acusándole de mentir ante el Congreso. Aún es poco, pero el Fondo Monetario Internacional está sobre aviso». Veamos, por último, un vídeo donde habla el científico censurado.
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