Recientemente a los católicos, el terrorismo que se auto proclama islámico nos ha asesinado a un sacerdote de un pueblo cercano a París. La reacción de nuestro Papa podría haberse limitado a condenar el acto terrorista . Pero no, dando un paso más, ha sentido también la necesidad de desligar a la religión islámica de la violencia.
Quizás sea buena estrategia que el papa se centre más en los aspectos positivos de todas las creencias e increencias que en lo negativo que tienen, por más que sepa que la religión cristiana en su confesión católica es la más positiva de todas, la única y la verdadera de la que proviene la salvación de los hombres, incluso quizás la de aquellos honrados, buenos y fieles a su conciencia que sin culpa de ellos, no recibieron la verdadera fe en Cristo.
El papa tiene una misión de enseñanza de la Revelación y del depósito de la fe cristiana, que le convierte en el primer maestro de religión de todos los católicos. Para nosotros los católicos es a él al que Dios ha concedido la mayor autoridad para enseñar sobre la Biblia, la teología y la moral cristianas.
Pero ¿el papa es maestro en religión islámica? ¿Es autoridad para definir la verdadera naturaleza del Islam, y para pontificar de que su naturaleza es o no es violenta? ¿Podrá saber más del Corán y de su interpretación que todos esos imanes musulmanes que preparan religiosa y espiritualmente a tantos terroristas islamitas? Estoy seguro que ninguno de esos imanes (ni cualquier otro) le otorgará ninguna autoridad al papa católico para que les cuente a ellos lo que prescribe o no prescribe su religión. Pero es posible, en cambio, que en esos países con mayoría islámica (no todos ni mucho menos), donde se ejecuta con la pena de muerte a las adúlteras y a los homosexuales, sí se compre esa idea papal, porque para ellos esas penas de muerte no son violencia sino fruto de la misericordiosa Sharia o ley islámica. Lo que pasa es que de acuerdo con el Evangelio cuesta mucho no calificar esos actos como no violentos, por más que una ley estatal fundamentada en una religión los autorice. Porque, ahora sin ironías, nuestro supremo maestro en fe cristiana, no lo es en absoluto en fe islámica. En esa fe son más maestros los imanes y las autoridades de los países islámicos. Todos esos imanes y todas esas autoridades islámicas que han sido frenos para la evangelización, ésta sí pacífica, de la religión cristiana en esos países, prohibiéndola bajo pena de muerte.
Pero dicho lo anterior, siempre, desde el lado formalmente católico, hay quien intenta salvar a toda costa cualquier manifestación papal independientemente de que sea magisterial o no. En France Catholique (en adelante F.C.) he leído un artículo donde la manifestación papal a la que aludo la explica diciendo que obedece a su deseo de aportar una contribución a la Paz de Siria y al alivio de sus poblaciones, y que, una manifestación distinta, hubiera hecho imposible la paz, pues “si el Islam equivale a violencia, ¿cómo esperar la paz?” Nadie duda que el papa intente la paz, sólo faltaría que no lo intentara. Pero, lo que yo me pregunto es si sus manifestaciones, tratándose de una guerra entre dos contendientes, ambos musulmanes, son verdaderamente eficaces para conseguir la paz, o para reducir los perjuicios bélicos sobre la población. O dicho de otro modo, ¿Tiene el papa algún predicamento entre ambos contendientes? Si ni siquiera lo tiene sobre los rusos que ayudan a uno de los bandos musulmanes (el gubernamental), pues que yo sepa, en Rusia si alguna influencia religiosa tiene peso no es la de la Iglesia Católica sino la de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Por desgracia, los acontecimientos posteriores, no abogan por que las buenas intenciones del papa hayan tenido ninguna eficacia ni en la consecución de la paz ni en el alivio del sufrimiento de la población civil.
Una segunda explicación del artículo leído en F.C. para las palabras del papa es que éste intenta dar ejemplos de “musulmanes que rechazan la violencia al precio de su vida”, pues “Los jóvenes tienen necesidad de que se les presente una manera distinta de vivir el Islam: que se les presente esos ejemplos auténticamente heroicos, a favor de la vida y no de la muerte”. Absurdo del todo, pues para “los jóvenes que viven el Islam” las manifestaciones del papa no tienen ninguna autoridad moral ni religiosa. Seguro que aunque les hubiera dado algún ejemplo concreto de heroísmo del pacifismo musulmán, cosa que no hizo, lo hubieran considerado falso. Pero ejemplos de ese tipo que el papa no dio intenta darlos el artículo de F.C. (quizá los discuta en un artículo posterior mío) y como dudo, creo que con algún fundamento, que ningún joven musulmán lea un periódico católico, entiendo que esos ejemplos son para consumo interno de los católicos quizá para prevenir una reacción violenta de los mismos al margen de su fe, pues ésta sí prescribe que hay que “amar a los enemigos”. Veo en el artículo más preocupación por una hipotética violencia de los católicos que por la que estamos ya sufriendo por parte del terrorismo islámico.
Continúa el artículo de F.C.: La acción «conjunta», ya es una manera de prevenir el vuelco de la otra [el Islam] en la radicalización. Las décadas de diálogo con el Islam con esta mira: que los lazos de amistad tejidos, que el conocimiento y el respeto mutuo desarrollados sean anticuerpos para todos los virus de violencia y de división.
Me gustaría saber ¿cuál es esa acción conjunta con los musulmanes? ¿dónde están esos lazos de amistad tejidos? ¿dónde está ese conocimiento y respeto mutuo? Prescindamos de los musulmanes de existen en los países occidentales, que de por fuerza, por conveniencia y por legalidad tienen que tener un mayor conocimiento y un comportamiento educado, amistoso y respetuoso con los demás conciudadanos con los que viven en igualdad de derechos, ¿que amistad, conocimiento y respeto existen en los países musulmanes con los que en esos países no son musulmanes? E incluso volviendo a los musulmanes que viven en Occidente, ¿qué sincero es ese conocimiento, amistad y respeto mutuo, que provoca que algunos hijos de emigrantes islámicos nacidos y criados en países occidentales, hayan recaído en el terrorismo contra Occidente. Y he hablado ex profeso de países occidentales, porque F.C. puede tener la tentación de llamarlos países cristianos. Los países cristianos ya no existen, pues el ateísmo, el escepticismo, el secularismo, el laicismo y el cristianismo a la carta o puramente nominal es lo que verdaderamente campa en ellos. Incluso tengo la duda de que en esos países pueda haber más cristianos reales que musulmanes.
Creo por eso que muchos católicos, y quizá también nuestro propio Papa, magnificamos la influencia moral que tenemos en el mundo. Yo, por el contrario, creo que cada vez influimos menos en los acontecimientos mundiales. Y no me quejo ni culpo a nadie por ello, la Providencia divina dio al hombre la gracia para salvarse, pero no una gracia apabullante que eliminase el libre arbitrio y le imposibilitase decidirse por su condenación. Hoy, por Providencia divina, nos toca vivir a los católicos, rodeados de un mundo menos católico o profundamente anticatólico, y debemos aceptar de buen grado este designio divino para nosotros. Es verdad que ello nos supondrá mayores dificultades para responder fielmente a nuestra fe, pero tenemos que creer en la Promesa divina de que la Gracia no nos faltará. Donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia (Romanos 5,20). No nos faltará la Gracia para amar a los que nos odian y para luchar siempre por un mundo más pacífico, como el que intenta nuestro Papa, por más que nuestra pobre y minoritaria influencia nos haga imposible conseguir la paz total del mundo. Pero, recordemos que Cristo profetizó que las guerras persistirían hasta el final de los tiempos, cosa lógica, de acuerdo a sus propias palabras: “Separados de mi no podéis hacer nada” (Juan 15,5). Solo una conversión general a Cristo de la humanidad traería la paz al mundo. Conversión general que Jesús parece descartar al manifestar, en forma de duda: “Pero, cuando vuelva el Hijo del Hombre, encontrará fe en la tierra”(Lucas 18,8).
El artículo de F.C. es mucho más largo y daría para muchos más comentarios. Yo no alargaré el mío para hacerlos. Prefiero dejarlos para otro u otros posteriores. Pero no prometo nada. Quizá me falte paciencia para hacerlos.
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