Valderredible
Gaceta 4-06-1931

La colegiata de San Martín de Elines es el monumento románico más sobresaliente de los muchos que tiene Valderredible y uno de los más interesantes de la región. Su origen hay que llevarlo al siglo X, época en la que se construye un monasterio mozárabe, del que aún queda algún resto en la pared norte del claustro, y que hay que suponer contemporáneo al fenómeno del eremitismo rupestre del que cuenta Valderredible con tan magníficos ejemplos. Se tiene noticia de que en 1102 el templo amenazaba ruina, lo que lleva a pensar que alrededor de esta fecha se empieza a levantar un nuevo edificio que no es otro que el que hoy en día tenemos. El estilo es plenamente románico en los dos tramos de la nave, la linterna, el presbiterio, el ábside y el campanario cilíndrico. Las capillas y añadidos de la zona del cementerio denotan un estilo gótico del siglo XIII y muy posterior, posiblemente del XVI, es la fábrica del claustro.

El exterior de la iglesia sorprende por el vistoso juego de volumenes que forman la linterna recta, el ábside semicircular y el campanario cilíndrico. La mayor parte de la decoración se concentra en el ábside, dividido en tres calles en las que el muro se retranquea en otros tres planos delimitados por arquerías ciegas de baquetones apoyados en columnas y capiteles que se alinean a la altura de la línea de imposta. Toda la iglesia se remata con una valiosa colección de canecillos historiados en los que se repiten los temas más comunes del románico de la zona de tipo fantástico, animalístico y erótico, a excepción de la torre - campanario cuyo remate responde a una reforma del siglo XVII.

ábside

En el interior sobresale la cúpula de la linterna que apoya en cuatro robustos pilares cilíndricos que rematan en capiteles corridos y decorados con escenas de la matanza de los inocentes, de la adoración de los Magos y de bestias devoradoras de aterradora presencia. Inmediatamente después, el presbiterio, cubierto con bóveda de cañón, y el ábside, que lo hace mediante bóveda de horno por debajo de la cual discurren dos pisos de arquerías ciegas en las que destaca el buen trabajo de talla de los capiteles, cimacios y molduras. En un pequeño lienzo de pared del ábside, se conserva el único resto de pintura mural románica de Cantabria que representa a dos santos o apóstoles que formarían parte del conjunto que cubría toda la cabecera.

La entrada a la iglesia se efectúa a través del pequeño claustro de planta trapezoidal construido hacia el siglo XVI, en el que se alberga una valiosa colección de sarcófagos.

A destacar el que se ubica en la crujía norte, bajo arcosolium y apoyado sobre dos perros, con frontis de fina talla, en el que aparece el tema de Cristo en majestad rodeado del tetramorfos y de los apóstoles, todo ello de estilo gótico, del siglo XIII. También valioso es el que se expone en la dependencia aneja, que reúne en la tapa elementos decorativos de raigambre hispanomusulmana, románica y protogótica.

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La colegiata está declarada Bien de Interés Cultural desde 1931 y en la actualidad se encuentra en perfecto estado de conservación gracias, sobre todo, a las diversas tareas de acondicionamiento que han llevado a cabo los vecinos del pueblo en los últimos años.

La iglesia del antiguo monasterio de San Martín de Elines es una de las cuatro colegiatas montañesas que han conservado su fábrica románica y con ellas, añadiéndolas la iglesia lebaniega de Piasca, adquiere nuestro románico su cumbre. Se levanta en el pueblo que lleva su nombre, en delicioso paraje del valle de Valderredible, un poco en alto dominando el curso del Ebro, los campos y la rocosa mole de La Moñeta (1179 m), paredón vertical por donde el páramo de La Lora se asoma a la cuenca de aquel río, un poco antes de que éste rompa las hoces de Orbaneja del Castillo en su primer intento de abrirse paso al Mediterráneo.

Parte exterior del Abside

Claustro de
la colegiata
Claustro de la colegiata

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San Martín de Elines debió de ser un muy antiguo monasterio, seguramente familiar, que nacería en el siglo IX, cuando los primeros avances repobladores cruzan la línea de los altos montes cantábricos en busca de la recuperación de la meseta. Es en ese siglo en el que se horadan las rocas areniscas del valle para abrir sus conocidas iglesias rupestres, creándose así fuertes focos de vida capaz de poder resistir los posibles intentos de los musulmanes.

De la existencia antigua de este monasterio nos queda un patente testimonio en los restos de su primitiva iglesia mozárabe, del siglo X, que se conservan en los muros del claustro que dan al cementerio. Se trata de dos arcos de herradura, ahora ciegos, y de dos ventanitas que en la cara opuesta de este mismo muro miran al patio claustral y que llevan también arquillos de herradura muy cerrados rodeados de relieves con decoración floral y sogueado.

Sarcófago Fresco de un apostol Los recuerdos visigodos, asturianos y árabes están ya recogidos en estas ruinas que pudieron haberse levantado con motivo de la corriente repobladora que a finales del IX alcanza esta región y que está dirigida por Fernando y Gutina fundadores de San Miguel de Escalada.

Se trata de una iglesia de sólo una nave, de tres tramos, siendo el primero de éstos cubierto por gran cúpula sobre pechinas. Los otros dos debieron de tener siempre, como ahora, cubierta de madera a dos aguas. La iglesia se cierra al este con un presbiterio recto y un ábside semicircular. Al exterior tiene buena altura y lleva una cornisa sogueada o simplemente moldurada soportada en toda su extensión por numerosos y variados canecillos. Una torre-linterna sale al exterior para cubrir la cúpula; es cuadrada, con un solo óculo al este, y en su origen pudo tener más altura. Una torre-escalera cilíndrica se apoya a su muro meridional. El ábside lleva arcaduras ciegas que envuelven las ventanas, que son tres, separadas por columnillas altas que suben hasta la cornisa. Capiteles, cimacios e impostas van decoradas.

En el interior, lo mejor es el ábside con ocho arcaduras ciegas en bajo con sus correspondientes capiteles todos tallados con motivos animalísticos, vegetales y humanos.

Originalísimas son los cuatro grandes pilares entregos, y casi cilíndricos, que sostienen la cúpula, con enormes capiteles con diversos temas: Sansón y el león, Epifanía, Matanza de los Inocentes, Daniel entre los leones, grandes piñas, cabezas humanas, etc, que, con los capiteles del arco triunfal y del primer tramo, componen un conjunto escultórico admirable.

En su día, todo el ábside interior debió de estar cubierto de frescos románicos de finales del XII, de los que nos han quedado dos apóstoles y algunos animales.