El P. Mauro

Benedictino

 
(* Peñacastillo, Santander (Cantabria),26-X-1903 + Barbastro, 1936

ABEL ÁNGEL PALAZUELOS MARURI (MAURO)
Decreto de Martirio: 03/VI/2013 Beatificación: 13/10/2013 Tarragona

El P. Mauro nació en Peñacastillo (Santander, Cantabria) el 26 de octubre de 1903. Muy joven todavía, ingresó en el Monasterio Benedictino de Valvanera (La Rioja), pasando posteriormente a la Abadía de Samos (Lugo), donde realizó su Noviciado. Finalizado este, emitió sus votos temporales el 8 de septiembre de 1920. Años después, el 31 de octubre de 1926, sería ordenado sacerdote, como monje de Valvanera. Y finalmente recibiría el nombramiento de Prior de El Pueyo el 6 de febrero de 1934.

Citamos a continuación algunos siguientes testimonios de su condición religiosa. El P. Eusebio Ferrer, superior de los Escolapios de Barbastro, en cuyo colegio, habilitado como prisión, vivieron los monjes sus últimos días, declara de él: “A pesar de ser tan joven, era muy ecuánime, bondadoso y compresivo”.

Por su parte, el Canónigo de Vitoria, D. José Grau Barón, persona que gozaba de la amistad y confianza de los monjes nos dice, “Sobre todo el P. Prior era un alma enteramente de Dios a quién yo traté con intimidad, porque en lo espiritual muchas veces se comunicó conmigo”.

Afirmaciones semejantes de él hicieron todos los monjes que convivieron bajo su obediencia, remarcando siempre su piedad y su carácter alegre.

Un sacerdote, que, siendo joven, compartió la prisión con los Benedictinos de El Pueyo, declaró “Jamás le vi triste ni preocupado por el martirio, más bien sentía gran alegría al dar la vida por la fe. No lo podía disimular. Qué felicidad, me decía, y que dicha tan grande la nuestra al poder dar la sangre por Cristo”.

El P. Mauro

Al enterarse del levantamiento militar con que se inició la guerra civil, fue muy consciente del peligro que amenazaba a la Comunidad. Por ello, ese mismo día, 20 de julio lo comunicó a todos los hermanos, dándoles permiso para que quienes lo deseasen abandonaran El Pueyo y se buscaran refugio donde mejor les pareciera, cosa que sólo unos pocos optaron por hacer, algunos de los cuales, sin embargo, darían finalmente su sangre por Cristo. Los demás permanecieron en el monasterio. El día 21 fue detenido el primer monje y el resto resultó apresado el 22 por la tarde; acusaban a los religiosos de esconder armas, algo que era del todo falso, pero que era creído por los milicianos rojos, quienes por eso no se atrevían de primeras a asaltar el monasterio. Nuestro beato cántabro, como prior, tuvo que defender la inocencia de la comunidad ante los anarquistas que le pedían información sobre unas “supuestas armas” que ellos creían ocultas en El Pueyo. Ante esta demanda, afirmó que los monjes eran hombres de paz, prometiendo incluso entregar su cabeza si hallaban algún instrumento bélico en el Monasterio. Supo estar en su puesto con extraordinaria dignidad y valentía. Durante su prisión coincidió con el Sr. Obispo, Beato Florentino Asensio, al que confesaba y administraba la comunión, gracias a que sus compañeros monjes conservaban escondidas las formas eucarísticas.

Su ánimo y fortaleza se conservó durante todo el periodo de su reclusión.

Pero a lo mucho que podríamos añadir, supera el momento culmen de su muerte. El relato del martirio ha llegado hasta nosotros gracias al testimonio jurado que una señora hizo al Rvmo. Abad Caronti, Presidente de la Congregación Benedictina Sublacense en 1939 y que más adelante, ella misma ratificaría. Este testimonio, nos lleva sin lugar a dudas a una de las páginas más gloriosas de la historia martirial de Barbastro.

Un joven anarquista de unos 27 años, natural de Zaragoza, se hospedaba con otros milicianos en casa de dicha señora. Un día a finales de agosto, el pobre muchacho, hallándose en una situación anímica preocupante se desahogó con ella, hablándole de su sufrimiento interior. La conciencia le acusaba de muchas cosas, pero sobre todo de haber ejecutado de modo bárbaro al Prior de El Pueyo.

En camino hacia la muerte, nuestro beato solicitó la gracia de despedirse de su madre, y el piquete que lo conducía, accedió a tal petición pensando que tendría a su progenitora internada en el cercano hospital. Entonces, y para sorpresa de sus verdugos, nuestro protagonista, dirigiendo su mirada hacia El Pueyo, comenzó a cantar la “Salve” y el joven miliciano, no pudiendo soportar semejante osadía, lo mató de varios tiros junto al muro externo del cementerio. Él mismo confesaría, que desde aquel día, jamás volvió a formar parte de ningún piquete nocturno, pues la última mirada del mártir le atormentaba constantemente y le dificultaba el sueño.

Nuestro mártir en todo momento recordó a sus hermanos monjes el precepto evangélico del amor al enemigo, instándoles al perdón para quienes los llevaban a matar.

El P. Mauro Palazuelos murió el 28 de agosto, en las primeras horas, siendo enterrados en el cementerio de Barbastro. A la misma hora en que moría el grueso de la comunidad, en el camino de Berbegal.

El 13 de octubre 2013 fue beatificado junto con los 17 hermanos de su comunidad, martirizados con él, en Tarragona, junto a otros 500 mártires españoles de la persecución religiosa del 36-39.