En su entrada, El verdadero problema no es VOX sí o VOX no, Luis Fernando Pérez Bustamante, en Infocatolica.com, escribe que nuestro sistema político deriva de una Constitución agnóstica, aconfesional, en el que la ley de Dios no juega papel alguno, y de esta forma, en cita del que fuera cardenal primado de España, Marcelo González Martín,  toca a los cimientos de la misma sociedad civil: la falta de referencia a los principios supremos de ley natural o divina.

Y sigue la cita de cardenal: La orientación moral de las leyes y actos de gobierno queda a merced de los poderes públicos turnantes. Esto, combinado con las ambigüedades introducidas en el texto constitucional, puede convertirlo fácilmente, en manos de los sucesivos poderes públicos, en salvoconducto para agresiones legalizadas contra derechos inalienables del hombre, como lo demuestran los propósitos de algunas fuerzas parlamentarias en relación con la vida de las personas en edad prenatal y en relación con la enseñanza. Tras esta cita Luis Fernando continúa:
Entre las cien propuestas que presenta VOX, no aparece por ningún lado ni Dios, ni la fe católica, ni la Iglesia, ni cosa que se le parezca. Pero ¿cómo pedirle a VOX que haga algo que la propia Iglesia en España ha desechado? ¿o acaso recuerdan ustedes a un solo obispo español -ya de paso, del resto del mundo- que en los últimos 30 años haya reivindicado el Reinado Social de Cristo en esta nación, de tal manera que, como poco, nuestras leyes no quebranten la ley natural y la ley divina?. Y prosigue con cita de Rafael Gambra:
La separación del poder político respecto del orden moral y religioso no puede ser aceptada por un espíritu cristiano más que como apostasía o pecado (…). Un cristiano que pertenezca además a una vieja y homogénea comunidad histórica (como la España católica) no puede, a mi juicio, aceptar la laicización del poder (…) sin incurrir (consciente o inconscientemente) en una apostasía. Mucho menos propugnarla como el más adecuado hábitat del creyente. Y para rematar la maldad intrínseca de nuestro sistema social y democrático lo equipara con el de los regímenes liberales, continuando:
El problema radica en que los regímenes liberales cambian la soberanía de Dios por la soberanía nacional (el poder del pueblo). Y, en consecuencia, se cambia a Dios por el hombre, la voluntad de Dios por la voluntad de las mayorías. Entonces lo bueno y lo malo es lo que la mayoría opina en cada momento que está bien o mal, según sus conveniencias. Ante tanta deficiencia del sistema, Luis Fernando es tentado por la salida que un comentarista de los blogs de infocatólica le propone: la de los carlistas del XIX, los de verdad: el monte y el trabuco.
Aquí vemos debatirse a Luis Fernando entre la cautela de la frase evangélica, ¿... qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? ( Luc 14,31) y lo que le propone el Antiguo Testamento por boca de Matatías al que califica de loco” trabucaire -¡Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantener la alianza, que me siga! Y él y sus hijos huyeron a los montes y abandonaron todo lo que tenían en la ciudad. (1 Mac 2,19-28). Al lado de Matatías coloca a los cristeros mejicanos y a nuestros mártires del siglo pasado, bien sea por defender activamente la Realeza de Cristo, bien sea por ser ejemplos vivos de dicha realeza en sus vidas.
Luis Fernando, se reconoce aislado al decir que hay una inmensa mayoría de católicos practicantes que aceptando que Cristo debe reinar en sus vidas no ven necesario que lo haga en las leyes que rigen la sociedad. Lo atribuye a su falta de formación al habérseles privado de un riquísimo magisterio pontificio al respecto. Tras ello, finalmente, Luis Fernando, manifiesta su decisión de mantenerse como carlista del siglo en curso e indiferente con la suerte de partidos como Vox y otros de derecha y centro derecha. Y se despide con el lema carlista, Por Dios, Por la patria y el Rey.
Empezando por este último párrafo, me gustaría saber el contenido que da Luis Fernando a eso de ser carlista del siglo XXI, fuera de la escueta decisión de desentenderse de la suerte de los únicos partidos políticos que se oponen en alguna medida, aunque sea timorata y deficiente, al gran frente anticatólico y antiespañol de los partidos de izquierda. Parece indicar que toda participación ciudadana en un sistema constitucional como el que tenemos, nos hace cómplices y defensores indudable de sus defectos intrínsecos (su aconfesionalidad y otros defectos morales liberales). Pero yo le pregunto ¿qué hace un carlista como él por Dios si no se enfrenta políticamente, aunque sea en un sistema político malo como el que padecemos, con partidos abiertamente anticatólicos que buscan la desaparición de la Iglesia Católica?, ¿Es que defender la Iglesia no es luchar por Dios? Le pregunto otro tanto por la defensa de la Patria. ¿A los antipatriotas partidos de izquierda de este país hay que dejarles sin oposición partidaria que se les enfrente? Y finalmente, ¿es que se defiende mejor al Rey minando la oposición partidaria contra los partidos de izquierda tradicionalmente antimonárquicos?
Con todo su discurso y con las citas con las que lo aliña percibo que nuestro amigo pretende definir como colaboración pecaminosa con el mal, e incluso en un grado tan extremo como la apostasía, cualquier participación en el sistema político que nuestras leyes establecen. Como todo lo humano cualquier sistema será imperfecto, y será tanto más imperfecto cuanto más se separe de la Ley Natural que Dios ha establecido, y estoy convencido también que el nuestro se separa bastante de ella en muchos aspectos. Pero aún así, este sistema plasmado en una Constitución aprobada por la mayoría de los españoles, es bastante más respetable que el sistema político que existía en el Imperio romano. Los cristianos bajo el Imperio, jamás predicaron el incumplimiento de sus leyes civiles y políticas, sino sólo las que indebidamente se entrometían en la esfera religiosa (obligación de culto de adoración al Emperador). Seguían en esto a Cristo que distinguió entre las obligaciones que debemos a Dios y las que debemos al Poder político, Dad al Cesar lo que es del Cesar... Así pues, no apostatamos de nuestra fe cuando actuamos en el campo político dentro de las leyes vigentes, y más cuando lo hacemos precisamente para intentar, en lo que a nosotros compete, mejorar cristianamente esas mismas leyes. En la antigüedad muy pocos ciudadanos tenían alguna posibilidad de influir en el gobierno y legislación de sus países. Hoy día, en la mayoría de los países más avanzados, esa posibilidad se ha generalizado a todos los ciudadanos. ¿Porqué desacreditar como menos cristiano el sistema democrático frente al sistema de monarquía absoluta? Habla Luis Fernando que el gobierno por el pueblo es el gobierno del hombre frente al gobierno de la Realeza de Cristo. ¿Es que los reyes no fueron hombres? Sus gobiernos no fueron gobiernos de hombres, y ¿no fueron en muchos casos gobiernos tiránicos bastante opuestos a la Realeza de Cristo?
Por otro lado, a pesar de que en las 100 propuestas de Vox (100 medidas para la España viva) no aparezcan ni Dios, ni la fe católica, ni la Iglesia, a ellos claramente agrada el contenido muchas de ellas. Las propuestas que defienden la unidad de España, coinciden con la Iglesia española que oficialmente ha declarado a aquella como un patrimonio moral digno de defensa. Así mismo, con la voluntad de Dios, la fe y la predicación de la Iglesia coincide la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, que se establece en la propuesta 75. Igual cabe decir de aquellas propuestas que combaten la nefasta ideología de género, la que excluye de la escuela pública la enseñanza del Islam y las propuestas para que los padres puedan tener una efectiva libertad para elegir el colegio que imparta la educación religiosa y moral que quieren para sus hijos. Finalmente, también son favorables a Dios, la fe y la Iglesia, las propuestas que tienden a la revitalización de los valores patrios españoles y a la evitación de que estos sean execrados por una historia falaz al servicio de las ideologías anticatólicas. Dichas propuestas hará conocer a las nuevas generaciones, que entre estos valores, el catolicismo, ha sido el que más nos ha caracterizado y ennoblecido a los españoles y el que nos ha impulsado a la más alta hazaña de la Historia que haya hecho ningún otro pueblo: la mayor evangelización y difusión de cultura católica por el Mundo.
Está claro que a mi me gustaría que estas propuestas fuesen mucho más ambiciosas, pero en las contempladas por Vox no se nombra a Dios pero se le sirve, no se nombra a la Iglesia pero se admiten muchas de sus enseñanzas magisteriales sobre la defensa de la vida y de la familia, no se habla de la fe pero se la defiende. De este modo, también luchar dentro del sistema político porque estas propuestas se lleven a cabo en la sociedad es luchar por una más efectiva implantación de la realeza de Cristo en nuestra sociedad.

Solo queda que si alguna vez este partido llega a tener alguna representación política institucional sea fiel luchando por lo que hoy propugna.

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