Es desde la ingenuidad más infantil, competitiva y candorosa donde hay que colocarse para intentar explicar el origen del nombre y del título de la Virgen Grande, patrona de Torrelavega.

Son varias versiones, y no están del todo claros los hechos que acaecieron en los últimos años del siglo XIX. Resulta que un torrelaveguense, el Señor Obregón, regaló a la iglesia de Torrelavega una imagen moderna de la Virgen de proporciones mayores a las de la anterior que había sido venerada durante años tan largos. La discusiones se desataron en el pueblo y en sus cercanías se creó un verdadero conflicto. Mientras que unos aseguraban que la pequeña y antigua tenía apariencias mejores, otros afirmaban que la moderna o Grande cumplía con cuantos requisitos procesionales y devotos se necesitaban para acrecentar aún más la devoción a la Virgen. Las crónicas hablan de un plebiscito que se organizó al efecto. Ganaron los que habían apostado por la imagen Grande. Los conflictos entre los partidarios de la Virgen Chica y los de la Virgen Grande mantuvieron la atención de los periódicos locales y provinciales por aquellos días. En 1885 escribía un cronista: «Es cierto que los partidarios de la Virgen Pequeña tenían más razón, por que su parte estética lleva muchas ventajas sobre la Grande». La solución salomónica de sacar en procesión a las dos imágenes de la Virgen, aunque en alguna oportunidad fue ensayada , no dio resultado y encendió aún más los ánimos desde motivaciones y legitimidades piadosas. La Virgen Grande ganó por fin la batalla y en la prensa local los torrelaveguenses se proclamaron así mismos como «hijos de la Virgen Grande». De todas maneras, los ecos de tan piadosa y competitiva batalla perduran en canciones como esta: «Soy la flor de la Montaña/ nacida en Torrelavega/ donde está la Virgen Grande/ que venció a la más Pequeña».

Pero la historia viene de tiempos muy anteriores. La población de Torrelavega esta ligada al lema de su escudo «Ave María gratia Plena», que se corresponde con el mismo lema del blasón de la Casa de la Vega, unida con la de Hurtado de Mendoza por matrimonio de Don Diego Hurtado de Mendoza con Doña Leonor de la Vega. Esta dama con férrea mano, rigió los destinos de la Casa de la Vega, dando nombre a esta ciudad cántabra. La leyenda asegura que Garcilaso de la Vega, en la batalla del Salado, divisó a un moro que llevaba amarrada a la cola de su caballo una cinta o «colonia», escrita en ella la salutación mariana del «Ave María Gratia Plena», que tal vez hubiera robado de algún templo cristiano. No hace falta decir que inmediatamente el caballero cristiano persiguió al moro y lo atravesó con su espada, castigando tan insultante y profanador gesto. El caballero desató la cinta y la hizo flamear de forma reparadora sobre el airón de su yelmo y esto le valió el privilegio de añadir a sus armas tan espectacular y desusado mote heráldico. La tradición o la leyenda está aquí avalada por los documentos y aun en un banco familiar de la torre de esta familia aparecía tallada esta inscripción: «Gracilazo de la Vega,/ en la batalla del Salado,/ venció al moro que llevaba, / a la cola del caballo,/ el Ave María».

Y ocurrió que cuando se fundó la Casa de la Vega en la Edad Media fue construida una capilla propia donde los vasallos oían misa los días feriados bajo la advocación de Santa María de la Vega, dedicada a la Asunción de la Virgen. En principio esta capilla se destinaba solo a señores de la Torre y después también al pueblo. La imagen no responde a una figura majestuosa severa y matronal, sino al signo de una mujer juvenil y encantadora. De talla inferior al natural, sentada en un banco, coronada, de mirada dulce y acogedora, en un gesto familiar e íntimo. Ofrece el fruto de una manzana al Niño que sostiene, cuya cabeza sobresale entre las líneas suavemente onduladas de su ropaje.

El nuevo templo fue inaugurado el 15 de agosto de 1964, edificado en el solar de la antigua iglesia de la Consolación y sobre las ruinas de la Torre de la Vega, núcleo del señorío de la Casa de la Vega, fundadora de la villa, que luego heredaron los Marqueses de Santillana y Duques del Infantado.