Plena implantación del Cristianismo:

Sin embargo la verdadera y completa cristianización de Cantabria no se produjo cuanto menos hasta el siglo VIII, con la llegada de oleadas de refugiados cristianos huidos de la invasión islámica, y luego mozárabes rescatados por Alfonso I en sus campañas bélicas por la Meseta. El poblamiento masivo de gentes foráneas hispano-visigodas y cristianas que dominaron desde un punto de vista cuantitativo y cultural a los cántabros y astures, con el consiguiente proceso de aculturización fue reorganizado en función de pautas socio-económicas y culturales ajenas al país, más bien de tipo mediterráneo, y el cristianismo se extendió por todo el territorio, jugando la Iglesia un papel importantísimo. Este poblamiento se organizó en torno a ecclesias (iglesias) y monasterios, que no sólo eran entidades de tipo religioso, sino también unidades económicas. La organización social también sufrió grandes cambios, con la progresiva desaparición de la estructura gentilicia de los viejos clanes cántabros, y su sustitución por la familiar nuclear, basada en la institución del matrimonio cristiano. El cristianismo también asimiló claramente cultos paganos de tipo naturalista: bastantes santuarios cristianos están asociados a fuentes y montes sagrados de los cántabros, y es frecuente el binomio iglesia-tejo, siendo este último un árbol sagrado de los celtas.

Pero existen también testimonios de represión del paganismo: Crónica Rotenses: Ramiro I de Asturias (842-850) condena a la hoguera a los “magos” (practicantes de cultos pre-cristianos). Las transformaciones se presumen trajeron también alguna resistencia de la población autóctona, como es posible fuera la llamada rebelión de los “siervos” en época del rey Aurelio (768-774). Tampoco fue una transformación uniforme en todos los territorios: Liébana, primero; luego, las Asturias de Santillana, y por último, la más tardía, Trasmiera.

Como figura señera de esta época podemos señalar al Beato de Liébana, monje de vasta erudición teológica que escribió sus Comentarios al Apocalipsis (776-784) y que luchó esforzadamente contra la herejía "adopcionista" mantenida por Elipando obispo de Toledo, hasta conseguir su condena por el papa León III.