Ya antes de la entrada del Cristianismo en Cantabria encontramos abundantes manifestaciones religiosas. Quizás las numerosas pinturas rupestres, alcanzando la excepcionalidad artística en el caso de Altamira, sea la prehistórica manifestación religiosa de este pueblo; pero posteriormente se han reconocido muchas más. Algunas, son claro influjo de las creencias célticas provenientes de los aportes de población que estos pueblos provenientes de Centro Europa trajeron a este lugar. La mitología cántabra es fiel exponente de esta espiritualidad céltica (anjanas, genios, etc.) que consideraba las fuentes, ríos, bosques, vientos como genios o espíritus vivos, unos buenos y otros no tanto. Los griegos nos hablaban de ceremonias de adoración a la Luna, y de extraños rituales nocturnos en los que los cántabros bebían sangre de caballo. También en épocas posteriores e incluso en época romana ya muy avanzada se ha encontrado algún que otro dios de nombre singular que puede hacer pensar en un cierto indigenismo religioso propio y autónomo. Hemos, pues de concluir que en esta región ya desde sus orígenes se vivió un intenso espíritu religioso.
La Cristianización empero, fue muy tardía, debido por un lado, a ser uno de los pueblos peninsulares menos romanizados por ser el último en ser dominado por el imperio romano, y por otro, a que su orografía y aislamiento tampoco facilitó las cosas. Por todo lo cual, los historiadores con pleno consenso, manifiestan que la plena cristianización hay que retrasarla hasta el comienzo de la Edad Media, después de la conquista musulmana de la península.