Durante la Alta Edad Media, hasta el siglo XIII, los reyes de Asturias, León y Castilla, de los que dependió el territorio cántabro, tuvieron siempre como objetivo la reconquista del resto de la antigua Hispania de los musulmanes. Las tierras de la Cornisa Cantábrica, que fueron el bastión a partir del cual se inició la Reconquista, pronto quedaron olvidadas en una lejana retaguardia, al avanzar la frontera hacia el Sur y desplazarse los centros de poder a la Meseta, a León y a Castilla.
Esto provocó en el plano religioso la absorción de dominios monásticos cántabros por otros castellanos. Desde el s.X Cobarrubias ejercía su dominio sobre el Valle de Buelna. San Salvador de Oña recibió en el año 1011 una importante donación en tierras cántabras que incluían los derechos de pastos sobre toda la zona oriental de la región. En ello se ha fundado el origen del poblamiento pasiego. Y San Pedro de Cardeña también adquirió propiedades durante el siglo XI en los valles del Saja y en Nansa, haciéndose en 1168 con el señorío de Bárcena Mayor. Más tarde, el de Sta María de Piasca pasó a depender del monasterio leonés de Sahagún hacia 1122. En 1156 Santa María de Puerto pasó a depender definitivamente del monasterio riojano de Nájera. Y por último, en 1183, S. Martín de Turieno pasó a depender del monasterio burgalés de San Salvador de Oña.
Sin embargo el desarrollo de los puertos cantábricos y su incorporación a la geografía económica del reino , se produjo gracias a Alfonso VIII de Castilla que concedió distintos fueros a las que en adelante fueron conocidas como las Cuatro Villas de la Costa, así como a Santillana. De esta manera, en 1163 otorgó a Castro Urdiales un fuero inspirado en el de Logroño; en 1187 a Santander un fuero basado en el de Sahagún; en 1200 a Laredo un fuero similar al dado anteriormente a Castro Urdiales; en 1299 a Santillana un fuero inspirado en el de Santander; finalmente en 1219 a San Vicente de la Barquera un fuero que tomaba como modelo el de San Sebastián.
Gracias a estas concesiones, las localidades mencionadas obtuvieron la categoría de villas y una gran autonomía municipal, así como diversas exenciones fiscales y otros privilegios, atrayendo el asentamiento humano y el ejercicio de actividades económicas,y produciendo unas pocas décadas un auge inusitado en estas villas.