La iglesia española, en el siglo XIX, quizás no supo renunciar como debía a sus privilegios, aunque les hubieran sido arrebatados de forma discriminatoria y brutal, sobre todo en relación a la gran nobleza nacional, no tocada en sus privilegios ; y su implicación en el favorecimiento de la causa ultrarrealista y posteriormente carlista, propició una serie de reacciones regalistas de los gobiernos liberales, tendentes a un control completo de los poderes de la iglesia, incluso de los no temporales: supresión de órdenes religiosas, limitación del clero regular y secular, placet regio a la publicación de documentos papales, etc. Aparte de ello una desconfianza contra la iglesia, que como reacción ante tanta persecución se hacía también cada vez más antiliberal, se instala en la burguesía, alcanzando ahora hasta la burguesía baja ciudadana, donde se manifiesta un marcado anticlericalismo fomentado por medios propagandísticos burgueses (prensa). Este anticlericalismo será heredado por la clase proletaria, también afectada por la prensa ciudadana y las ideas materialistas y ateas que manifiestan las doctrinas socialistas de reciente difusión.
Desde este panorama anticlerical, debemos entender, las disposiciones del obispo de Santander, Sánchez de Castro, prohibiendo a los fieles la lectura de algunos periódicos de izquierda p.ej. La voz del Pueblo (socialista); El Cantábrico (liberal) y la Región Cántabra (republicano), y promoviendo un periódico católico, El Diario Montañés, fundado en 1902.
Sin embargo, la corriente anticlerical fue ya imparable, alcanzando las mas altas cotas en la 2ª República y durante la Guerra Civil. Pero algún influjo positivo creemos que tuvieron las aludidas disposiciones episcopales porque en palabras del historiador Antonio Montero, en Cantabria no existió aquel odio "avieso" a todo lo sagrado que se respiraba en otros lugares de España. (Historia de la persecución religiosa en España [1936-39] , BAC, 1961)