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Marcelino Menéndez Pelayo
católico a machamartillo

En este lugar sólo glosamos la faceta católica del célebre polígrafo Don Marcelino Menéndez y Pelayo. Nos importa menos su también inconmensurable faceta científica e intelectual, que podrá vislumbrarse, sin embargo, en la sucinta biografía que aquí exponemos.

El confesó su catolicismo expresándose públicamente como «católico sincero, sin ambages ni restricciones mentales» y «católico a machamartillo». Pero más que con palabras confesó su catolicismo mediante una vida disciplinadamente dura, entregado al trabajo y al estudio, al servicio de Dios, de la Iglesia y de la Patria.

Su autenticidad cristiana fue reconocida incluso por sus antagonistas ideológicos, tanto por los escépticos o por los abiertamente anticlericales. El asturiano Leopoldo Alas, por ejemplo, en 1886 decía de él que «es cristiano y luego tiene la vulgaridad de obrar como tal.» Lo que entiendo como una protesta de Clarín, que quizás estaba más cómodo atacando a cristianos hipócritas no consecuentes con su fe, lo que, evidentemente, no podía hacer con don Marcelino.

Defendió valientemente la fe católica frente a los sectarios que la desacreditaban (especie que también hoy pervive y no tiene visos de desaparecer), acusándola de ser la causa del retraso cultural y científico de España (también la misma acusación secular). Y lo hizo, demostrando con documentadas consideraciones y constataciones históricas, que la cumbre cultural española se había producido precisamente en los siglos en que en España fue más convencidamente cristiana.

Sirviendo a la religión católica, plasmó en su libro sobre la Historia de los Heterodoxos Españoles, aquellas herejías, supercherías y doctrinas peregrinas que se habían dado en el suelo patrio y dejó patente la desnudez y carencia de virtudes de todas ellas.

En fin, su vivo patriotismo lo fundaba en lo católico, pues el creía que la unidad de España se había logrado gracias al cristianismo y gracias a él se mantendría.

AñoEvento
3-11-1856 Nace en Santander, hijo de Marcelino Menéndez Pintado, catedrático de Matemáticas del instituto de Enseñanza Media de Santander. Éste era natural de Castropol (Asturias) y de tendencia liberal. Su madre, Doña María Jesús Pelayo España, santanderina de ascendentes en el Valle de Carriedo era, en cambio, de tendencia tradicionalista.
1866 Inicia el bachiller en el Instituto Santa Clara de Santander.
1871 Acaba brillantemente su bachiller.
Inicia sus estudios universitarios en la Facultad de Letras de la Universidad de Barcelona
1873 Traslado a la Universidad Central de Madrid
1874 El fanatismo krasuista de Nicolás Salmerón, catedrático de Metafísica y futuro presidente de la 1ª República, le lleva a suspender injustamente a todos sus alumnos, entre los que se halla Menéndez Pelayo. Éste, se examina de la asignatura por libre en la Universidad de Valladolid en la convocatoria de septiembre. Aprueba la asignatura y la Licenciatura, ambas con premio.
1875 Obtiene el doctorado en la Universidad de Madrid
1876 El Ayuntamiento y la Diputación santanderinos le beca con 12.000 reales para que haga un viaje de estudios por el extranjero. Viaja a Italia, Francia, Países Bajos y Portugal
1878 La rebaja a 21 años de la edad legal para opositar a cátedras, le permite ganar, con veintidós años, la cátedra de Historia de la literatura española en la Universidad Central de Madrid
1881 Es nombrado miembro de la Academia Española
1882 Ingresa en la Academia de la Historia
1884 Es elegido diputado por Mallorca
1898 Es nombrado director de la Biblioteca Nacional. Desastre colonial: le afecta mucho
1901 Ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando
1902 Fracasa en su intentos de ser nombrado presidente de la Academia Española y de la de Bellas Artes de San Fernando, sintiéndose traicionado por algunos amigos que él creía que le eran totalmente adictos.
1911 Es nombrado Director de la Academia de la Historia
19-05-1912 Muere en Santander
CÓMO DESCRIBIÓ LA DECADENCIA ESPAÑOLA Y BASES QUE DIO PARA SU REGENERACIÓN

GUERRAS, LUCHAS INTESTINAS, ANTICLERICALISMO VERSUS CLERICALISMO: "La guerra de la Independencia, dos o tres guerras civiles, varias revoluciones, una porción de reacciones, motines y pronunciamientos; un desbarajuste político y económico que nos habían hecho la irrisión de los extraños". "La extinción de las Órdenes regulares al siniestro resplandor de las llamas que devoraban imágenes y monumentos artísticos, la destrucción, dispersión de archivos y bibliotecas enteras, el furor impío y suicida con el que el liberalismo español se ha empeñado en hacer tabla rasa de la antigua España, bastan y sobran para explicar el fenómeno que lamentamos, sin que por esto dejemos de imputar a los tradicionalistas su parte de culpa."

OLVIDO O MALA ENSEÑANZA DEL PASADO: "Donde no se conserva piadosamente la herencia del pasado, pobre o rico, grande o pequeño, no esperemos que brote un pensamiento original ni una idea dominadora. Un pueblo nuevo puede improvisarlo todo menos la cultura intelectual. Un pueblo viejo no puede renunciar a la suya sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia muy próxima la imbecilidad senil."
"La historia de España que nuestro pueblo aprende o es una diatriba sacrílega contra la fe y la grandeza de nuestros mayores, o un empalagoso ditirambo, en el que los eternos lugares comunes de Pavía, San Quintín, Lepanto, etc., sólo sirven para adormecernos e infundirnos locas vanidades."

TESIS BÁSICA: EL CRISTIANISMO UNIFICADOR Y REGENERADOR DE ESPAÑA: "Ni por la naturaleza del suelo que habitamos, ni por la raza, ni por el carácter, parecíamos destinados a formar una gran nación. Sin unidad de clima ni unidad de costumbres, sin unidad de culto... sin sentimiento de nación, sucumbimos ante Roma tribu a tribu, ciudad por ciudad, hombre por hombre... Fuera de algunos rasgos nativos de selvática y feroz independencia, el carácter español no comienza a acentuarse sino bajo la dominación romana... Roma nos da la unidad de lengua... Pero faltaba otra unidad más profunda: la unidad de creencia... Esta unidad se la dio a España el Cristianismo... Por él fuimos nación y gran nación, en vez de muchedumbre de gentes..."

PESIMISMO ANTE LAS FUERZAS OPUESTAS A ESTA REGENERACIÓN: "Hoy presenciamos el lento suicidio de un pueblo que, engañado mil veces por gárrulos sofistas, empobrecido, mermado y desolado, emplea en destrozarse las pocas fuerzas que le restan, y corriendo tras vanos trampantojos de una falsa y postiza cultura, en vez de cultivar su propio espíritu, que es el único que redime a las razas y a las gentes, hace espantosa liquidación del pasado, escarnece a cada momento las sombras de sus progenitores, huye de todo contacto con su pensamiento, reniega de cuanto en la Historia nos hizo grande, arroja a los cuatro vientos su riqueza artística y contempla con ojos estúpidos la destrucción de la única España que el mundo conoce, de la única cuyo recuerdo tiene virtud bastante para retardar nuestra agonía."

HISTORIA DE LOS HETERODOXOS ESPAÑOLES
Obra que emprendió por sugerencia de su maestro, el catedrático católico Don Gumersindo Laverde. Resumen: historia completa de la vida espiritual de España contraria a la doctrina de la Iglesia, hasta el siglo XV, heterodoxos de la época renacentista: protestantes y judaizantes, la inquisición, los judaizantes y las hechicerías durante los siglos XVI y XVII, filosofía y política de los afrancesados del siglo XVIII, penetración de la acción anticatólica en España; la influencia de la Revolución francesa y del liberalismo progresista, y doctrinas e ideas heterodoxas de su época. Veámos extractos literales de esta obra:

Estatua del polígrafo
a la entrada de la
Biblioteca Nacional

EL CRISTIANISMO, UNIFICADOR DE ESPAÑA:

"España debe su primer elemento de unidad en la lengua, en el arte, en el derecho, al latinismo, al romanismo. Pero faltaba otra unidad más profunda: la unidad de la creencia.[…]. Sin un mismo Dios, sin un mismo altar, sin unos mismos sacrificios, sin juzgarse todos hijos de un mismo Padre y regenerados por un sacramento común. […] Esta unidad se la dio a España el cristianismo. La Iglesia nos educó a sus pechos, con sus mártires y confesores, con sus Padres, con el régimen admirable de sus concilios. Por ella fuimos nación, y gran nación, en vez de muchedumbre de gentes colecticias, nacidas para presa de la tenaz porfía de cualquier vecino codicioso. No elaboraron nuestra unidad el hierro de la conquista ni la sabiduría de los legisladores: la hicieron los dos apóstoles y los siete varones apostólicos; la regaron con su sangre los atletas del circo de Tarragona, las vírgenes Eulalia y Engracia, las innumerables legiones de mártires cesaraugustanos... brilló en Nicea y en Sardis sobre la frente de Osio y en Roma sobre la frente de San Dámaso; la cantó Prudencio en versos de hierro celtibérico; triunfó del maniqueísmo y del gnosticismo oriental, del arrianismo de los bárbaros y del donatismo africano; civilizó a los suevos, hizo de los visigodos la primera nación del Occidente; escribió en las Etimologías la primera enciclopedia;... comenzó a levantar entre los despojos de la antigua doctrina el alcázar de la ciencia escolástica por manos de Liciniano, de Tajón y de San Isidoro; […]..."

"Nadie ha hecho aún la verdadera historia de España en los siglos XVI y XVII. [......] Lo más íntimo y profundo de aquel glorioso período se les escapa. Necesario es mirar la historia de otro modo, tomar por punto de partida las ideas, lo que da unidad a la época, la resistencia contra la herejía, y conceder más importancia a la reforma de una orden religiosa o a la aparición de un libro teológico, que al cerco de Amberes o a la sorpresa de Amiens.

Cuando esa historia llegue a ser escrita, veráse con claridad que la reforma de los regulares vigorosamente iniciada por Cisneros, fue razón poderosísima de que el protestantismo no arraigara en España, por lo mismo que los abusos eran menores, y que había una legión compacta y austera para resistir a toda tentativa de cisma.

Dulce es apartar los ojos del miserable luteranismo español, para fijarlos en aquella serie de venerables figuras, de reformadores y fundadores. En San Pedro de Alcántara, […]; en el venerable Tomás de Jesús, reformador de los agustinos descalzos; en la sublime doctora abulense y en su heroico compañero San Juan de la Cruz; en San Juan de Dios, portento de caridad; en el humilde clérigo aragonés, fundador de las Escuelas Pías; y, finalmente, en aquel hidalgo vascongado, […]. San Ignacio es la personificación más viva del espíritu español en su edad de oro. Ningún caudillo, ningún sabio influyó tan poderosamente en el mundo. Si media Europa no es protestante débelo en gran manera a la Compañía de Jesús.

España, que tales varones daba, fecundo plantel de santos y de sabios, de teólogos y de fundadores, figuró al frente de todas las naciones católicas en otro de los grandes esfuerzos contra la reforma, en el Concilio de Trento, que fue tan español como ecuménico, si vale la frase. […]... […] […] ¿Cuándo ha sido España tan española y tan grande como entonces?... […] Joya fue la virtud pura y ardiente, puede decirse de aquella época, como de ninguna, mal que pese a los que rebuscan, para infamarla, los lodazales de la historia y las heces de la literatura picaresca...

Una sólida y severa instrucción dogmática nos preservaba del contagio del espíritu aventurero y España podía llamarse con todo rigor un pueblo de teólogos."


JUICIO CONTRA EL PROTESTANTISMO: "Basta la simple enumeración de sus errores para comprender los beneficios que la humanidad debe a Lutero y a Calvino. En filosofía, la negación de la libertad humana. En teología, el principio del libre examen, absurdo en boca de quien admite la revelación, puesto que la verdad no puede ser más que una y una la autoridad que la interprete. En artes plásticas, la iconomaquia, que derribó el arte de la serena altura del ideal religioso para reducirle a presentar lo que en la pintura holandesa, y en su más eximio maestro se admira: síndicos en torno de una mesa o arcabuceros saliendo de una casa de tiro, obras donde el ideal se ha refugiado en los efectos del claro-oscuro. En literatura, baste decir que Ginebra rechazaba todavía en el siglo XVIII el teatro, y que ni Ariosto ni Taso, ni Camoens, fueron protestantes, y hasta es muy dudoso que Shakespeare lo fuera. Ni ¿cómo habría de engendrar una doctrina negadora del libre albedrío el artista que más enérgicamente ha interpretado la personalidad humana, la cual tiene en la libertad su raíz y fundamento?

Bien dijo Erasmo: Ubicumque regnat luteranismus ibi litterarum est interitus. El luteranismo, ruina y exterminio de las letras.

¿Quién, que tenga en sus venas sangre española y latina, no preferirá aquella otra reforma que hicieron los Padres de Trento y que los jesuitas dilataron hasta los confines del orbe? ¿Quién dudará, aun bajo el aspecto artístico y de simpatía, entre San Ignacio y Lutero, o entre Lainez y Calvino?

Dios suscitó la Compañía de Jesús para defender la libertad humana, que negaban los protestantes con salvaje ferocidad, para purificar el Renacimiento de herrumbres y escorias paganas, para cultivar so la égida de la religión todo linaje de ciencias y disciplinas y adoctrinar en ellas a la juventud; para extender la luz evangélica a las más rudas y apartadas gentilidades. Orden, como las necesidades de los tiempos la pedían; y que debía de vivir en el siglo, siendo tan docta como los más doctos, tan hábil como los más hábiles, dispuesta siempre para la batalla y no rezagada en ningún adelanto intelectual. Allí, el geómetra al lado del misionero, el director espiritual, el filósofo y el crítico en amigable consorcio. (HE, v. 394-399)


CONQUISTAS DE LA FE: "Dios nos concedió la victoria, y premió el esfuerzo perseverante dándonos el destino más alto entre todos los destinos de la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los antiguos linderos del mundo. […].

[...]España era, o se creía el pueblo de Dios, y cada español, cual otro Josué, sentía en sí fe y aliento bastante para derrocar los muros al son de las trompetas, o para atajar al sol en su carrera. Nada parecía ni resultaba imposible. La fe de aquellos hombres que parecían guarnecidos de triple lámina de bronce, era la fe que mueve de su lugar las montañas. Por eso, en los arcanos de Dios, les estaba guardado el hacer sonar la palabra de Cristo en las más bárbaras gentilidades; el hundir en el golfo de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia, y salvar, por ministerio del joven de Austria, la Europa occidental del segundo y postrer amago del islamismo; el romper las huestes luteranas en las marismas bátavas con la espada en la boca y el agua a la cinta y el entregar a la Iglesia romana cien pueblos por cada uno que le arrebataba la herejía.

España evangelizadora de la mitad del orbe, España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de S.Ignacio... ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra." (HE, VII, 512 y ss.).


LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: "Nunca en el largo curso de la historia despertó nación alguna tan gloriosamente, después de tan torpe y pesado sueño, como España en 1808. Sobre ella había pasado un siglo entero de miseria y rebajamiento moral, de despotismo administrativo sin grandeza ni gloria, de impiedad vergonzante... de ruina acelerada o miserable desuso de cuanto quedaba de las libertades antiguas, de tiranía sobre la Iglesia... (...).

Para que rompiésemos aquel sopor indigno, [... ...] .., era preciso que corriera un mar de sangre... y que en esas rojas aguas nos regenerásemos después de abandonados y vendidos por nuestros gobernantes y de invadidos y saqueados [...]. Pero, ¡qué despertar más admirable!... [...]... La resistencia se organizó democráticamente y a la española, con ese federalismo instintivo y tradicional que surge aquí en los grandes peligros y en los grandes reveses, y fue, como era de esperar, avivada y enfervorizada por el espíritu religioso... Alentó la Virgen del Pilar el brazo de los zaragozanos; pusiéronse los gerundenses, bajo la protección de San Narciso, y en la mente de todos estuvo, que aquella guerra, tanto como española y de independencia, era guerra de religión contra las ideas del siglo XVIII, difundidas por las legiones napoleónicas." (HE, VII, 7-9).


PROPAGANDA IRRELIGIOSA: "Con la continua propaganda irreligiosa, el espíritu católico, vivo aún en la muchedumbre de los campos, ha ido desfalleciendo en las ciudades; y, aunque no sean muchos los librepensadores españoles bien puede afirmarse de ellos que son de la peor casta de impíos que se conoce en el mundo, porque (a no estar dementado como los sofistas de cátedra) el español que ha dejado de ser católico, es incapaz de creer en cosa ninguna, como no sea en la omnipotencia de un cierto sentido común y práctico, las más veces burdo, egoísta y groserísimo. De esta escuela utilitaria suelen salir los aventureros políticos y económicos, los arbitristas y regeneradores de la Hacienda, y los salteadores literarios de la baja Prensa que en España, como en todas partes, es un cenagal fétido y pestilente. Sólo algún aumento de riqueza, algún adelanto material nos indica a veces que estamos en Europa y que seguimos, aunque a remolque, el movimiento general."

"[…] ¿Será cierto, como algunos benévolamente afirman, que la masa de nuestro pueblo está sana y que sólo la hez es la que sale a la superficie? Ojalá sea verdad. Por mi parte prefiero creerlo, sin escudriñarlo mucho. Los esfuerzos de nuestras guerras civiles no prueban ciertamente falta de virilidad en la raza. Lo futuro ¿quién lo sabe? No suelen venir dos siglos de oro sobre una misma nación. Pero, mientras sus elementos esenciales permanezcan los mismos, por lo menos en las últimas esferas sociales; mientras sea capaz de creer, amar y esperar; mientras su espíritu no se aridezca de tal modo que rechace el rocío de los cielos; mientras guarde alguna memoria de lo antiguo y se contemple solidaria con las generaciones que la precedieron, aún puede esperarse su regeneración, aún puede esperarse que juntas las almas por la caridad, torne a brillar para España la gloria del Señor y acudan las gentes a su lumbre y los pueblos al resplandor de su Oriente. El Cielo apresure tan felices días." (HE, VII, 514.)

"Nadie ha hecho aún la verdadera historia de España en los siglos XVI y XVII. [......] Lo más íntimo y profundo de aquel glorioso período se les escapa. Necesario es mirar la historia de otro modo, tomar por punto de partida las ideas, lo que da unidad a la época, la resistencia contra la herejía, y conceder más importancia a la reforma de una orden religiosa o a la aparición de un libro teológico, que al cerco de Amberes o a la sorpresa de Amiens.

Cuando esa historia llegue a ser escrita, veráse con claridad que la reforma de los regulares vigorosamente iniciada por Cisneros, fue razón poderosísima de que el protestantismo no arraigara en España, por lo mismo que los abusos eran menores, y que había una legión compacta y austera para resistir a toda tentativa de cisma.

Dulce es apartar los ojos del miserable luteranismo español, para fijarlos en aquella serie de venerables figuras, de reformadores y fundadores. En San Pedro de Alcántara, […]; en el venerable Tomás de Jesús, reformador de los agustinos descalzos; en la sublime doctora abulense y en su heroico compañero San Juan de la Cruz; en San Juan de Dios, portento de caridad; en el humilde clérigo aragonés, fundador de las Escuelas Pías; y, finalmente, en aquel hidalgo vascongado, […]. San Ignacio es la personificación más viva del espíritu español en su edad de oro. Ningún caudillo, ningún sabio influyó tan poderosamente en el mundo. Si media Europa no es protestante débelo en gran manera a la Compañía de Jesús.

España, que tales varones daba, fecundo plantel de santos y de sabios, de teólogos y de fundadores, figuró al frente de todas las naciones católicas en otro de los grandes esfuerzos contra la reforma, en el Concilio de Trento, que fue tan español como ecuménico, si vale la frase. […]... […] […] ¿Cuándo ha sido España tan española y tan grande como entonces?... […] Joya fue la virtud pura y ardiente, puede decirse de aquella época, como de ninguna, mal que pese a los que rebuscan, para infamarla, los lodazales de la historia y las heces de la literatura picaresca...

Una sólida y severa instrucción dogmática nos preservaba del contagio del espíritu aventurero y España podía llamarse con todo rigor un pueblo de teólogos."

JUICIO CONTRA EL PROTESTANTISMO: "Basta la simple enumeración de sus errores para comprender los beneficios que la humanidad debe a Lutero y a Calvino. En filosofía, la negación de la libertad humana. En teología, el principio del libre examen, absurdo en boca de quien admite la revelación, puesto que la verdad no puede ser más que una y una la autoridad que la interprete. En artes plásticas, la iconomaquia, que derribó el arte de la serena altura del ideal religioso para reducirle a presentar lo que en la pintura holandesa, y en su más eximio maestro se admira: síndicos en torno de una mesa o arcabuceros saliendo de una casa de tiro, obras donde el ideal se ha refugiado en los efectos del claro-oscuro. En literatura, baste decir que Ginebra rechazaba todavía en el siglo XVIII el teatro, y que ni Ariosto ni Taso, ni Camoens, fueron protestantes, y hasta es muy dudoso que Shakespeare lo fuera. Ni ¿cómo habría de engendrar una doctrina negadora del libre albedrío el artista que más enérgicamente ha interpretado la personalidad humana, la cual tiene en la libertad su raíz y fundamento?

Bien dijo Erasmo: Ubicumque regnat luteranismus ibi litterarum est interitus. El luteranismo, ruina y exterminio de las letras.

¿Quién, que tenga en sus venas sangre española y latina, no preferirá aquella otra reforma que hicieron los Padres de Trento y que los jesuitas dilataron hasta los confines del orbe? ¿Quién dudará, aun bajo el aspecto artístico y de simpatía, entre San Ignacio y Lutero, o entre Lainez y Calvino?

Dios suscitó la Compañía de Jesús para defender la libertad humana, que negaban los protestantes con salvaje ferocidad, para purificar el Renacimiento de herrumbres y escorias paganas, para cultivar so la égida de la religión todo linaje de ciencias y disciplinas y adoctrinar en ellas a la juventud; para extender la luz evangélica a las más rudas y apartadas gentilidades. Orden, como las necesidades de los tiempos la pedían; y que debía de vivir en el siglo, siendo tan docta como los más doctos, tan hábil como los más hábiles, dispuesta siempre para la batalla y no rezagada en ningún adelanto intelectual. Allí, el geómetra al lado del misionero, el director espiritual, el filósofo y el crítico en amigable consorcio. (HE, v. 394-399)


CONQUISTAS DE LA FE: "Dios nos concedió la victoria, y premió el esfuerzo perseverante dándonos el destino más alto entre todos los destinos de la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los antiguos linderos del mundo. […].

[...]España era, o se creía el pueblo de Dios, y cada español, cual otro Josué, sentía en sí fe y aliento bastante para derrocar los muros al son de las trompetas, o para atajar al sol en su carrera. Nada parecía ni resultaba imposible. La fe de aquellos hombres que parecían guarnecidos de triple lámina de bronce, era la fe que mueve de su lugar las montañas. Por eso, en los arcanos de Dios, les estaba guardado el hacer sonar la palabra de Cristo en las más bárbaras gentilidades; el hundir en el golfo de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia, y salvar, por ministerio del joven de Austria, la Europa occidental del segundo y postrer amago del islamismo; el romper las huestes luteranas en las marismas bátavas con la espada en la boca y el agua a la cinta y el entregar a la Iglesia romana cien pueblos por cada uno que le arrebataba la herejía.

España evangelizadora de la mitad del orbe, España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de S.Ignacio... ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra." (HE, VII, 512 y ss.).


LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: "Nunca en el largo curso de la historia despertó nación alguna tan gloriosamente, después de tan torpe y pesado sueño, como España en 1808. Sobre ella había pasado un siglo entero de miseria y rebajamiento moral, de despotismo administrativo sin grandeza ni gloria, de impiedad vergonzante... de ruina acelerada o miserable desuso de cuanto quedaba de las libertades antiguas, de tiranía sobre la Iglesia... (...).

Para que rompiésemos aquel sopor indigno, [... ...] .., era preciso que corriera un mar de sangre... y que en esas rojas aguas nos regenerásemos después de abandonados y vendidos por nuestros gobernantes y de invadidos y saqueados [...]. Pero, ¡qué despertar más admirable!... [...]... La resistencia se organizó democráticamente y a la española, con ese federalismo instintivo y tradicional que surge aquí en los grandes peligros y en los grandes reveses, y fue, como era de esperar, avivada y enfervorizada por el espíritu religioso... Alentó la Virgen del Pilar el brazo de los zaragozanos; pusiéronse los gerundenses, bajo la protección de San Narciso, y en la mente de todos estuvo, que aquella guerra, tanto como española y de independencia, era guerra de religión contra las ideas del siglo XVIII, difundidas por las legiones napoleónicas." (HE, VII, 7-9).


PROPAGANDA IRRELIGIOSA: "Con la continua propaganda irreligiosa, el espíritu católico, vivo aún en la muchedumbre de los campos, ha ido desfalleciendo en las ciudades; y, aunque no sean muchos los librepensadores españoles bien puede afirmarse de ellos que son de la peor casta de impíos que se conoce en el mundo, porque (a no estar dementado como los sofistas de cátedra) el español que ha dejado de ser católico, es incapaz de creer en cosa ninguna, como no sea en la omnipotencia de un cierto sentido común y práctico, las más veces burdo, egoísta y groserísimo. De esta escuela utilitaria suelen salir los aventureros políticos y económicos, los arbitristas y regeneradores de la Hacienda, y los salteadores literarios de la baja Prensa que en España, como en todas partes, es un cenagal fétido y pestilente. Sólo algún aumento de riqueza, algún adelanto material nos indica a veces que estamos en Europa y que seguimos, aunque a remolque, el movimiento general."

"[…] ¿Será cierto, como algunos benévolamente afirman, que la masa de nuestro pueblo está sana y que sólo la hez es la que sale a la superficie? Ojalá sea verdad. Por mi parte prefiero creerlo, sin escudriñarlo mucho. Los esfuerzos de nuestras guerras civiles no prueban ciertamente falta de virilidad en la raza. Lo futuro ¿quién lo sabe? No suelen venir dos siglos de oro sobre una misma nación. Pero, mientras sus elementos esenciales permanezcan los mismos, por lo menos en las últimas esferas sociales; mientras sea capaz de creer, amar y esperar; mientras su espíritu no se aridezca de tal modo que rechace el rocío de los cielos; mientras guarde alguna memoria de lo antiguo y se contemple solidaria con las generaciones que la precedieron, aún puede esperarse su regeneración, aún puede esperarse que juntas las almas por la caridad, torne a brillar para España la gloria del Señor y acudan las gentes a su lumbre y los pueblos al resplandor de su Oriente. El Cielo apresure tan felices días." (HE, VII, 514.)

Ni los gritos, silbidos y abucheos arredraron al joven profesor don Marcelino que entonces todavía no había cumplido veinticinco años cuando brindó de esta manera con motivo del centenario de Calderón de la Barca: "[…]Brindo por lo que nadie ha brindado hasta ahora: por las grandes ideas que fueron alma e inspiración de los poemas calderonianos. En primer lugar por la fe católica, apostólica, romana, que en siete siglos de lucha nos hizo reconquistar el patrio suelo, y en los albores del Renacimiento abrió a los castellanos las vírgenes selvas de América, y a los portugueses los fabulosos santuarios de la India. Por la fe católica, que es el substratum, la esencia y lo más grande y lo más hermoso de nuestra teología, de nuestra filosofía y de nuestro arte.

En suma, brindo por todas las ideas, por todos los sentimientos que Calderón ha traído al arte; sentimientos e ideas que son los nuestros; que aceptamos por propios, con los cuales nos enorgullecemos y vanagloriamos nosotros los que sentimos y pensamos como él; los únicos que con razón y justicia y derecho podemos enaltecer su memoria, la memoria del poeta español y católico por excelencia […], a quien nosotros aplaudimos y festejamos y bendecimos.

Y digo, y declaro firmemente, que no me adhiero al centenario en lo que tiene de fiesta semipagana informada por principios que aborrezco, y que poco habían de agradar a tan cristiano poeta como Calderón si levantase la cabeza.
"

De humildad cristiana está preñado el discurso que dio con motivo de su nombramiento de presidente de la Academia de la Historia: "Lo que honráis en mí no es a un sabio, no a un poeta, no a un grande orador, sino a un modesto erudito, cuyas trabajos no pueden ser populares nunca y cuya sola representación en el mundo es la del obrero firme y constante de la historia intelectual de España."