Desde que vi como actuaba Rajoy en su primera legislatura (con mayoría absoluta) incumpliendo todo lo que había prometido y haciendo seguidismo del nefasto Zapataro no le volví a votar. Vox, un partido desgajado del PP, quizá lo mejor del PP, con Ortega Lara a la cabeza, fue a partir de entonces el partido de mi preferencia y de mi voto.
En aquellas primeras elecciones no sacó representación alguna, pues los votantes de derecha seguían dando oportunidades a Rajoy para enmendar su garrafal primera legislatura, y muchos otros votantes de derechas se refugiaron en la abstención.
Sin ninguna representación hasta las elecciones andaluzas, Vox ha ido creciendo hasta el punto que ahora ha alcanzado, consiguiendo ya una representación minoritaria en el Congreso y en los legislativos de las CC.AA. y en las concejalías de algunos Ayuntamientos. Representación que le ha posibilitado ser la clave para que se arrebaten a las izquierdas presidencias y alcaldías.
Ante esa situación, había llegado el momento de que Vox demostrara qué clase de partido era, y, efectivamente, lo ha hecho, y en muchos casos, de la peor forma posible ha defraudado a gente como yo, que hemos sido sus electores fieles y teníamos grandes esperanzas depositadas en él. Cuando se juegan grandes principios, como la propia subsistencia de España, igualdad de todas sus regiones y sus ciudadanos, libertad de enseñanza de acuerdo con la convicciones morales de los padres, lucha pro vida, eliminación de la Ley de memoria histórica (desmemoria histérica), etc. Cuando todas estas cosas están en cuestión, los dirigentes de Vox se han destapado como los que sólo buscan cargos y cotas de poder, estando dispuestos, como han demostrado paradigmáticamente en Burgos, a no evitar que sea un alcalde socialista quien gobierne esa ciudad. Dada su todavía exigua representación, por más decisiva que sea a la hora de configurar gobiernos, Vox, por su ideología, nunca debió favorecer que la izquierda (en España sectaria hasta la náusea) llegara al poder. Siempre debió favorecer gobiernos de derecha o de centro (por más tibios y mari-complejines que sean éstos para con la izquierda y por más seguidistas que sean con sus políticas como lo fuera Rajoy). Harían más fuerza fuera de los puestos de estos gobiernos de derecha débil, que haciéndose cómplices de ellos recibiendo cargos dentro de ellos. Fuera de estos gobiernos de derecha y centro derecha si éstos se atreven a tomar decisiones propias de las izquierdas (aceptación de la Ley de Memoria Histórica, subvenciones a los colectivos de la mal llamada violencia de género) podrán criticarlos con más plena libertad. De momento, en la configuración de los gobiernos municipales, el daño ya está hecho, y las equivocaciones palmarias le serán castigadas a Vox por sus electores, como siento ahora que puede llegar a ser mi caso.
Yo esperaba que Vox propiciara gobiernos menos nefastos que los gobiernos de izquierda; que propiciara unos gobiernos de derecha, de centro derecha e incluso de centro izquierda, porque por más errados que éstos pudieran llegar a estar en sus planteamientos nunca estarían tan desquiciados como los gobiernos del señor Sánchez (un extremista de izquierda que pacta con el fascismo nacionalista/separatista y el comunismo fascista bolibariano de Unidas Podemos para mantenerse en el poder). Y que tras votar esos gobiernos menos malos, se pusiese a ejercer la oposición crítica cuando corresponda desde sus cargos electos, desde sus escaños y desde sus votos, criticando cuando corresponda a los mismos. Yo no quiero que gobiernen con la pseudo derecha del PP y con el falso centro de Ciudadanos, pues acabarían haciéndose cómplices directos de sus errores.
Sólo en la oposición crítica a estos gobiernos de derecha y centro podrá prosperar Vox. Sólo así, se ganará la confianza de los electores y podrá, indudablemente, y si lo hace bien, ganar los votos suficientes que le den el liderazgo de la derecha eficaz que España necesita y que el PP, ya para siempre, ha dejado de merecer. En caso contrario, el beneficio de cargos y de prebendas a corto plazo le puede costar, definitivamente, su futuro.
VOX está a tiempo ahora a variar su rumbo en la próxima configuración de los gobiernos autonómicos, porque como no rectifique, me temo que mi voto, nunca motivado por cuestiones exclusivamente económicas, sino fundamentalmente morales, no volverá a estar nunca de su parte.
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